Páxina 2 Poesía

Enviado por Anónimo o Mér, 27/03/2013 - 15:34

 

Borges


Este el último día de la espera
Zeus no podría desatar las redes
de piedra que me cercan.
He olvidado los hombres que antes fui;
sigo el odiado camino de monótonas paredes
que es mi destino. Rectas galerías
que se curvan en círculos secretos
al cabo de los años ( ... )


Elogio de la sombra
No habrá nunca una puerta. Estás adentro
y el alcázar abarca el universo
y no tiene ni anverso ni reverso
ni externo muro ni secreto centro.


Bukowski

Poema
A un cerezo yo subí
donde cerezas había

yo cerezas no cogí,

y cerezas no dejé.

¿ Cuántas cerezas hallé? 


Castilla, Leopoldo


Teorema del solitario
Tomemos una cifra imaginaria
cero
y un hombre imaginario
uno
el cero no existe
pero él cree que sí
el dos se queda siempre
en
uno
el uno existe
pero nadie le cree.
 

Celaya, Gabriel


Multiplicación
Uno por uno es el hombre
cualquiera como Dios manda
y ese salvar las distancias
que –mala cuenta- se cantan.
Dos por uno es la evidencia
que en un dos por tres tendrás.
Dos por cuatro, buen compás.
Dos por cinco, la sorpresa
del diez redondo y total.
¡Qué divino es, por humano,
el sistema decimal!
Cero por cero es la luz,
Cero por uno, el problema
(Pues con él yo creo el tú).
Cero por dos, el amor.
También el cero, mas en ¡oh!
(¡Oh!, que es un eco de yo)
Cero por tres... ¡Atención!
Debe haber algún error,
pues cuanto más multiplico
más repito: yo, yo, yo.

 
Así se escribe la ciencia
Kepler miró llorando los cinco poliedros
encajados uno en otro, sistemáticos, perfectos,

en orden musical hasta la gran esfera.

Amó al dodecaedro, lloró al icosaedro
por sus inconsecuencias y sus complicaciones

adorables y raras, pero, ¡ay!, tan necesarias,
pues no cabe idear más sólidos perfectos

que los cinco sabidos, cuando hay tres dimensiones.
Pensó, mirando el cielo matemático, lejos,

que quizá le faltara una lágrima al miedo.

La lloró cristalina: depositó el silencio,
y aquel metapoliedro, geometría del sueño,
no pensable y a un tiempo normalmente correcto,
restableció sin ruido la paz del gran sistema.
No cabía, es sabido, según lo que decían,
más orden que el dictado. Mas él soñó: pensaba.
Eran más que razones: las razones ardían.
Estaba equivocado, mas los astros giraban.
Su sistema era sólo, según lo presentido,
el orden no pensado de un mundo enloquecido,
y él buscaba el defecto del bello teorema.
Lo claro coincidía de hecho con el espanto
y en la nada, la nada le besaba a lo exacto.


Conde, Carmen

Límite
Esfera ceñida de esferas que no pueden
escaparse de la esfera única.
Manos esféricas ciñéndose a unas piernas
Que se abrazan redondas, perfectísimas.
Si esta esfera que soy ya, que fui yo siempre,
desplegara de sí un anillo y lo arrojara,
se caería
cogido por su extremo, prolongándose
hasta pisar el polvo.
Ondularía siglos, y su música
subiría por temblores a la esfera
que le retiene siempre jamás, tan suyo.
Sería vertical, hasta que un siglo
la curva reclamara ser redonda
es de un albor sin ritmo. Subiría
otra vez a ser anillo, anegándose
por amor de querencia inmarchitable,
en la esfera total.
Yo he sido anillo,
tembloroso al caer, y erguida
me dejaba correr desde los tiempos...
Más la esfera sintió que al fin mi esencia
debía descansar en lo redondo.


Espronceda, José


Canción del Pirata
Con diez cañones por banda,
viento en popa a toda vela,
no corta el mar, sino vuela,
un velero bergantín:
bajel pirata que llaman,
por su bravura el Temido,
en todo mar conocido
del uno al otro confín.
(...)
Veinte presas hemos hecho
a despecho del inglés,
y han rendido cien naciones
sus pendones a mis pies.»
(...)
Que es mi barco mi tesoro,
que es mi Dios la libertad,
mi ley la fuerza y el viento,
mi única patria la mar.
«Allá muevan feroz guerra ciegos reyes
por un palmo más de tierra;
que yo tengo aquí por mío
cuanto abarca el mar bravío,
a quien nadie impuso leyes.

En las presas
yo divido lo cogido por igual;
sólo quiero por riqueza
la belleza sin rival.»

Felipe Azofeifa, Isaac


Lección sobre el  átomo

Dice el filósofo sapiente

como en el siglo XVI:

     
<< En esta brizna de hierba
ves el universo. >> 

     
Cierto es.
El cósmico viento
que mueve el átomo
y dispersa en orden

el enjambre de las galaxias,

también borda
el mínimo infinito de esta hoja.

     


En página 26, párrafo 3,

renglón 7, abajo para arriba,
lo dice este libro.

      

Y entre el átomo y la galaxia,

el hombre-dios, ¿dónde quedó?
 
Fernández, Millôr


Poesía matemática
En las muchas hojas

Del libro de matemáticas

Un Cociente se enamoró

Un día dolorosamente
De una Incógnita.

La vio con su mirada innumerable

y la vio desde el ápice a la base:

Una figura impar;

ojos de robot, boca de trapecio,

cuerpo rectangular, senos esferoides.

Hizo de la suya una vida

paralela a la de ella,
hasta que se encontraron
en el infinito.
<<¿Quién eres tú? >> -indagó ella

con ansia radical.

<<Pero puedes llamarme hipotenusa >>

Y de hablar descubrieron que eran

(lo que en aritmética corresponde a las almas hermanas)

primos entre sí.

Y así se amaron

al cuadrado de la velocidad de la luz,
en una sexta potencia
trazando,

al sabor del momento

y de la pasión,
rectas, curvas, círculos y líneas sinusoidales
en los jardines de la cuarta dimensión.

Escandalizaron a los ortodoxos de las formas euclidianas

y a los exegetas del Universo infinito.

Rompieron convenciones newtonianas y pitagóricas.

Y en fin resolvieron casarse,
constituir un hogar,
más que un hogar, una perpendicular.
Invitaron como padrinos
al Polígono y a la Bisectriz.

E hicieron planos y ecuaciones y diagramas para el futuro

soñando con una felicidad
integral y diferencial.

Y se casaron y tuvieron una secante y tres conos

muy graciosillos

Y fueron felices

hasta aquel día

en que todo se vuelve al fin

monotonía.

Fue entonces cuando surgió
El Máximo Común Divisor.

Ofreciole, a ella,
una grandeza absoluta

y la redujo a un denominador común.

Él, Cociente, percibió

Que con ella no formaba un todo,
una unidad.
Era un triángulo, llamado amoroso.

De ese problema él era una fracción

la más ordinaria.
Pero fue entonces cuando Einstein descubrió la Relatividad

Y todo lo que era espurio pasó a ser

moralidad

Como en cualquier sociedad. 
 
 
Fuertes, Gloria


Autovio
Nací a muy temprana edad.
Dejé de ser analfabeta a los tres años,
virgen, a los dieciocho,
mártir, a los cincuenta.
Aprendí a montar en bicicleta,
cuando no me llegaban
los pies a los pedales,
a besar,
cuando no me llegaban
los pechos a la boca.
Muy pronto conseguí la madurez.
En el colegio,
la primera en Urbanidad,
Historia Sagrada y Declamación.
Ni Álgebra ni la sor Maripili me iban.
Me echaron.
Nací sin una peseta.
Ahora,
después de cincuenta años
de trabajar,
tengo dos.


 
La gallinita
La gallinita,

en el gallinero,

dice a su amiga
-Cuánto te quiero.
Gallinita rubia

llorará luego,

ahora canta:

-Aquí te espero...
"Aquí te espero,

poniendo un huevo",

me dio la tos
y puse dos.
Pensé en mi ama,

¡qué pobre es!

Me dio penita...

¡y puse tres!
Como tardaste,

esperé un rato

poniendo huevos,
¡y puse cuatro!
Mi ama me vende
a doña Luz.

¡Yo con arroz!

¡qué ingratitud!

Doce cerditos
Ocho tetitas
tiene mi cerda,

ocho tetitas

-y orgullosa de ellas.
Doce lechoncitos

tuvo mi cerda,

ocho están gorditos

y los otros dán pena.

Cuatro biberones

para los lechones
prepara la abuela,

los cria uno a uno

con santa paciencia,

con mucho cariño,

con leche de oveja.
Los cuatro cerditos

no pueden crecer

(biberón de oveja
no les sienta bien).

En vez de gruñir

sólo dicen ¡beee!


Números comparados
Cuéntame un cuento de números
háblame del dos y del tres
- del ocho que es al revés
igual que yo del derecho-.
Cuéntame tu que te han hecho
el nueve, el cinco y el cuatro
para que los quieras tanto;
anda pronto, cuéntame.
Dime ese tres que parece
los senos de cualquier foca;
dime ¿de quién se enamora
ese tonto que es el tres?
Ese pato que es el dos,
está navegando siempre;
pero a mi me gusta el siete,
porque es un roto en la vida,
y como estoy descosida,
le digo a lo triste: Vete.
Cuéntame el cuento muy lenta,
que aunque aborrezco el guarismo,
espero ganar lo mismo
si eres tu quién me lo cuenta.


El burro en la escuela
Una y una, dos
Dos y una, seis
El pobre burrito
contaba al revés.
¡No se lo sabe!
- Sí me lo sé.
-¡Usted nunca estudia!
Dígame ¿por qué?
-Cuando voy a casa
no puedo estudiar;
mi amo es muy pobre,
hay que trabajar.
Trabajo en la noria
todo el santo día.
¡ No me llame burro,
profesora mía!


Palabras y números
En el cielo una luna se divierte.
En el suelo dos buey es van cansados.
En el borde del río nace el musgo.
En el pozo hay tres peces condenados.
En el seco sendero hay cuatro olivos,
en el peral pequeño cinco pájaros,
seis ovejas en el redil del pobre
- en su zurrón duermen siete pecados-.
Ocho meses tarda en nacer el trigo,
nueve días tan sólo el cucaracho;
diez estrellas cuento junto al chopo.
Once años tenía,
doce meses hace que te espero:
por este paraguas trece duros pago.


Como se dibuja una bicicleta
Para dibujar una bicicleta, 

-no es necesario ser muy poeta-, 

y aunque no sepas geometría

(circunferencia, ángulo,

radio, triángulo)
aquí tenemos tres redondeles,
una pirámide (pico hacia abajo)

un manillar,
aquí un sillín,
¡y a organizar!
Una rueda, otra rueda

-el redondel dentado de la cadena-.

Un manillar, con su freno, otro manillar,
y aquí el sillín
para descansar.
-Vean la bicicleta

completa-, 
bicicleta, reluciente.
¡cuidado en la cuesta abajo!,
no presumir de valientes,
porque si empiezas, sin manos,

puedes acabar sin dientes.
 

García Lorca, Federico


Claro de reloj
Me senté
en un claro del tiempo.
Era un remanso
de silencio,
de un blanco
silencio,
anillo formidable
donde los luceros
chocaban con los doce flotantes
números negros.
 (Primeras canciones)


                        Descubre el eco, en el eco del reloj
Eco del reloj
Me senté
en un claro del tiempo.
Era un remanso de silencio,
de un blanco
silencio.
Anillo formidable
donde los luceros
chocaban con los doce flotantes
números negros.
(Suites)


La selva de los relojes
Entré en la selva
de los relojes.
Frondas de tic-tac,
racimos de campanas
y bajo la hora múltiple,
constelaciones de péndulos.
 
Los lirios negros
de las horas muertas,
los lirios negros
de las horas niñas.
¡Todo igual!
¿Y el oro del amor?
 
Hay una hora tan sólo.
¡Una hora tan sólo!
¡La hora fría!
(Suites)


La aurora
La aurora de Nueva York tiene
cuatro columnas de cieno
y un huracán de palomas
que chapotean las aguas podridas.
La aurora  de Nueva York gime
por las inmensas escaleras
buscando entre las aristas
nardos de angustia dibujada.
La aurora llega y nadie la recibe en su boca
porque allí no hay mañana ni esperanza posible:
A veces las monedas en enjambres furiosos
taladran y devoran abandonados niños.
Los primeros que salen comprenden con sus huesos
que no habrá paraíso ni amores deshojados;
saben que van al cieno de números y leyes,
a los juegos sin arte, a sudores sin fruto.
La luz es sepultada por cadenas y ruidos
en impúdico reto de ciencia sin raíces.
Por los barrios hay gentes que vacilan insomnes
como recién salidas de un naufragio de sangre.
(Poeta en Nueva York)


San Miguel
(...)
San Miguel, rey de los globos
y de los números nones,
en el primer berberisco
de gritos y miradores.
San Miguel se estaba quieto
en la alcoba de su torre,
con las enaguas cuajadas
de espejitos y entredoses
  (Romancero gitano)


Nueva York
Oficina y denuncia
Debajo de las multiplicaciones
hay una gota de sangre de pato;
debajo de las divisiones
hay una gota de sangre de marinero;
debajo de las sumas, un río de sangre tierna. (...)
Todos los días se matan en New York
cuatro millones de patos,
cinco millones de cerdos,
dos mil palomas por el gusto de los agonizantes,
un millón de vacas,
un millón de corderos
y dos millones de gallos
que dejan los cielos hechos añicos. (...)
Yo denuncio a la gente
que ignora la otra mitad,
la mitad irredimible
que levanta sus montes de cemento
donde laten los corazones
de los animalitos que se olvidan
y donde caeremos todos
en la última fiesta de los taladros. (...)
Óxido, fermento, tierra estremecida.
Tierra tú mismo que nadas por los números de la oficina.
¿Qué voy a hacer? ¿Ordenar los paisajes?

(...)
(Poeta en Nueva York.)


La monja gitana
Silencio de cal y mirto.
Malvas en las hierbas finas.
La monja borda alhelíes
sobre una tela pajiza.
Vuelan en la araña gris,
siete pájaros del prisma.
(...)
(Romancero gitano)


 Después
 He llegado a la puerta
del luego.
¡Dadme la guitarra!
Todo el mundo está blanco.
¡Dadme la guitarra!
Me iré a contar los pinos
de aquella montaña
o las arenas
de la mar salada.
He dejado en el viento
procesiones de lágrimas
y voy a divertirme
por las playas del alma.
 
(Llevo gafas de oro
y un frac color naranja)
 
 (Poesía varia).


Gentile, Enzo R.


El algebrista
Algebrista te volviste
refinado hasta la esencia
oligarca de la ciencia

matemático bacán.


Hoy mirás a los que sudan

en las otras disciplinas
como dama a pobres minas

que laburan por el pan.

¿Te acordás que en otros tiempos

sin mayores pretensiones

mendigabas soluciones
a una mísera ecuación?


Hoy la vas de riguroso

revisás los postulados
y junás por todos lados
la más vil definición.

Pero no engrupís a nadie

y es inútil que te embales
con anillos, con ideales

y con álgebras de Boole.


Todos saben que hace poco
resolviste hasta matrices
y rastreabas las raíces

con el método de Sturm.

Pero puede que algún día

con las vueltas de la vida

tanta cáscara aburrida
te llegue a cansar al fin.


Y añores tal vez el día
que sin álgebras abstractas
y con dos cifras exactas

te sentías tan feliz.  

Gerardo Diego


A, EME, O, ERRE
“Amor” tiene cuatro letras,
vamos a jugar con ellas.

¿Lo ves? Ya estamos en “Roma”.

Por todas partes se va.
Por todas partes se llega.

El viaje “Amor-Roma-Amor”

con billete de ida y vuelta.

Y ahora a jugar con los dados.

“Alea jacta est”. Espera.

¿Qué lees? “Ramo”. ¿Qué escuchas?
El ruiseñor se queja
de “amor” que en el “ramo” canta,

de “amor” que en el “ramo” mora.

Otra vez los dados vuelan 

por el aire. Y cae “Omar”,

un príncipe de leyenda.

¿“Amor de Omar”?.Falta ella.
Arriba los dados. “Mora”.

“Amor” de “Omar” a la “mora”.

“Amor” de la “mora” a Omar.

Siempre “armo” un juego de “amor”
que de“ramo” y que de“mora”.

Y vienen y van las letras

Buscando ese “amor” “o mar”.

1944
 
 
Gil de Biezma, J.


De vita beata
En un viejo país ineficiente,
algo así como España entre dos guerras
civiles, en un pueblo junto al mar,
poseer una casa y poca hacienda
y memoria ninguna. No leer,
no sufrir, no escribir, no pagar cuentas,
y vivir como un noble arruinado
entre las ruinas de mi inteligencia.
(Antología poética)


Girondo, Oliveiro
Cansancio
¡Sí!

Cansado
de usar un solo bazo,

dos labios,

veinte dedos,

no sé cuántas palabras,

no sé cuántos recuerdos,
grisáceos,

fragmentarios.

.....
(Persuasión de los dias)



Golmayo, Manuel


Adivinanza
Soy y seré a todos definible,
mi nombre tengo que daros,
cociente diametral siempre inmedible
soy de los redondos aros.
El poema permite recordar las veinte primeras cifras de Pi, sin más que contar las letras en cada palabra
Pi= 3.1415926535897932384 62642


Gómez de la Serna, Ramón


Greguerías
"El 8 es el reloj de arena de los números"
"El 6 es el número que va a
tener familia"
"44444: números haciendo flexiones gimnásticas"
 

Gómez, Emilio P


El vértice del cielo es esa nube
que al llover se deshace,
la altura del cielo la distancia
que la lluvia recorre hasta la tierra
Desde tus ojos miras ese vértice
donde las gotas -como húmedos fetos-
van brotando.
Tu mirada con la tierra conforma un cuarto de horizonte
y a dos kilómetros de ti van a caer
esas niñas de lluvia que observamos
nacer sencillamente allá en lo alto.
¿Sabes decirme ya, mujer
la altura de ese cielo
que mis manos no alcanzan a medir?.
 

González, David


Matemáticas.
En la portada de mi diario

han sacado
a una niña rubia

a la pizarra.
La niña

está de espaldas

al resto de la clase;

está de puntillas

el brazo izquierdo levantado

una tiza azul

entre sus pequeños dedos.

El maestro le ha puesto
una operación de matemáticas

para que la resuelva.
Una suma.

Una suma que está chupada:

uno + uno.
A ella le da tres.

A mí,

cada vez que abro el diario

y le leo lo que voy

escribiendo en sus páginas,
también.

Tres.


Goytisolo, José Agustín


La mejor escuela
Desconfía de aquellos que te enseñan
listas de nombres, números y fechas
y que siempre repiten modelos de cultura
que son la triste herencia que aborreces.
No aprendas sólo cosas, piensa en ellas,
y construye a tu antojo situaciones e imágenes
que rompan la barrera que aseguran existe
entre la realidad y la utopía:
vive en un mundo cóncavo y vacío,
juzga cómo sería una selva quemada,
detén el oleaje de las rompientes,
tiñe de rojo el mar,
sigue unas paralelas hasta que te devuelvan
el punto de partida,
haz aullar a un desierto,
familiarízate con la locura
Después sal a la calle y observa,
es la mejor escuela de tu vida.