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REFLEXIONES

 

Observo un árbol desnudo de hojas. Me veo reflejado en él y le digo que estamos en la misma estación de la vida.

 

Y me responde: "No te equivoques, yo volveré a conocer la primavera".

 

Parecerá que esta respuesta es invención mía, pues los árboles no hablan. Claro que no. Se trata de un diálogo mental, pues yo tampoco pronuncié palabra. ¿Se puede entonces dialogar sin hablar?

 

Me vino mi frase de una manera imprevista, sin duda originada por la comparación, por la mera visión. Pero la frase del árbol me llegó sin más, de repente, como si la hubiera pronunciado otra persona.

 

En ese caso, ¿es posible conversar estando solo o es que somos dos y de ahí tantas indecisiones, tantas dudas, tantos "silencios"? Y, sobre todo, cuando nos viene una inspiración repentina, ¿es que algo o alguien se nos aparece? ¿Somos dos? ¿Y el otro también muere cuando te llega la hora? ¿Y quién nos trae esos recuerdos que nos vienen de repente? ¿Y los sueños?

 

Son cuestiones que ocupan a los psicólogos y que a mí no me convencen, pues pueden inventar a destajo. El caso es que dialogué con un árbol a consecuencia de lo cual me provoqué otros temas a los que nadie me respondería.

 

Por ejemplo, me puse a pensar que yo (nadie, pero voy a hablar de mí) no hice nada para venir a este mundo y, salvo circunstancias imprevisibles, tampoco querré morir pero moriré. Curiosas circunstancias: parece como si te hubieran condenado a vivir. ¿Quién podría tener interés en que las cosas sean así? ¿Un dios todopoderoso? ¿Qué gana con eso?

 

A lo mejor al árbol se le ocurre lo mismo: nació sin que lo hubiera pedido y llegará un día en que, debido a un cataclismo, no quede de él ni el recuerdo.

 

No hay respuestas, pero, por si las moscas, me pongo a pensar en lo desconocido o, mejor, en lo que puede ocurrir en el famoso juicio final. Supongamos que el Juez Supremo me condene y con palabras muy duras. Le responderé diciendo que no soy culpable de lo hecho en mi vida, pues, como dije al principio, no hice nada para nacer, por lo que mis pecados son imputables a él. Y añadiré que es un honor ser condenado por un Alguien tan absurdo, que entre otros apelativos se hace llamar Padre. Y me iré al infierno haciéndole un corte de mangas.

 

 

 

Pseudolus

 



story | by Dr. Radut