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CURIOSIDADES ETIMOLÓGICAS

 

FLO

 

Los griegos concibieron los cuatro elementos: tierra, agua, fuego y aire, para explicar los patrones de la naturaleza. Sus primeras argumentaciones datan de los tiempos presocráticos (siglo VI a.C.) y perduraron a través de toda la Edad Media hasta el Renacimiento, influyendo profundamente en la cultura y el pensamiento europeos. Nos centraremos en el aire, el viento o el soplo al que los griegos divinizaron, Eolo, y sus “hijos” Céfiro, Noto…, ese que cesó en el puerto de Áulide para que las naves griegas no pudieran zarpar hacia Troya.

 

El verbo latino flo, flare, flatum significa “soplar”. De ahí el “flato”, acumulación molesta de gases en el tubo digestivo o las “flatulencias” o “ventosidades”. Se suele decir que Pitágoras prohibía en su secta filosófica comer haba, por ser alimento flatulento, aunque existe otra razón más extendida: la forma de dicha legumbre recuerda al feto humano.

 

Del soplo del viento en una determinada dirección determinada tendremos el latín afflare, “rozar algo con el aliento”, y de ahí “ oler la pista de algo”. Esta es la acción del perro cuando está siguiendo un pista concreta, sobre todo los adiestrados para la caza, que se dejan llevar por el soplido del viento. Con inversión de las letras de la primera sílaba tenemos fallar y de ahí hallar. El perro que sigue a su presa termina hallándola. La misma idea se conserva en expresiones como “ ni las huele”, “no saber por dónde da el aire”. De ahí fallo, en el sentido de la sentencia de un jurado en un certamen: “fallar en favor de…” quiere decir que los miembros de un jurado, rastreando quién es el mejor, se han dejado llevar por el olfato para premiar tal o cual novela.

 

El viento puede introducirse en un determinado espacio o golpear una superficie como la lona del velamen de una nave, de ahí inflar e hinchar (con h a partir de la aspiración de la f), aunque en el lenguaje coloquial estos dos verbos no sean intercambiables en todos los contextos. Lo mismo pasa con los sustantivos: inflación se usa en el ámbito de la economía y la hinchazón afecta a los miembros del cuerpo. También uno puede estar hinchado (engreído) e incluso tenerle hincha (odio, aversión, enemistad) a alguien.

 

De otro compuesto, sufflare, “soplar desde abajo” tenemos soplar y resoplar. Se utiliza en la acepción coloquial de “beber” o “emborracharse”, por el resoplido típico del borracho tras la bebida.

 

Soufflé es un galicismo que se aplica a aquellos alimentos preparados de manera que queden inflados.

 

El fuego de la chimenea lo aireamos con el soplillo, también llamado soplador, un objeto de forma circular hecho de palma o esparto con un mango. Utilizamos el soplete en actividades domésticas. San Juan de la Cruz habla del soplo del espíritu, citado en la biblia en el pasaje de la creación del mundo. En la literatura castellana medieval existe un sollar , que se conserva en nuestro resollar. El soplón es un delator o chismoso.

En la antigüedad en las zonas más calurosas, como Egipto o Mesopotamia, se usaban instrumentos para ventilar o producir sensación de alivio con una corriente de aire frío; eran los abanicos de la época que no suelen faltar en las películas de tema egipcio. Se trata de los flabelos, manejados por flabelíferos, raíz que se ha conservado en las plantas de hojas flabeliformes y en los insectos flabelicornios, con antenas en forma de abanico.



story | by Dr. Radut