Skip to Content

Abril 2017

 

A fórmula preferida do profesor

de

Yoko Ogawa

yokoEsta novela narra a historia dunha nai solteira que entra a traballar como asistenta na casa dun vello e túzaro profesor de matemáticas que perdeu nun accidente de coche a autonomía da súa memoria, que só dura 80 minutos. Apaixonado polos números, irase encariñando coa asistenta e o seu fillo de 10 anos, ao que chamará Root (raíz cadrada en inglés) e con quen compartirá a paixón polo béisbol, ata que entre eles xorde unha verdadeira historia de amor, amizade e transmisión do saber, non só matemático...
A autora naceu en Xapón en 1962. Publicou numerosas novelas e ensaios, conseguindo premios prestixiosos . É coñecida, sobre todo, pola súa obra A fórmula preferida do profesor, de gran éxito en Xapón.  Fai unha profunda descrición dos protagonistas, na súa maioría, mulleres; como observan, senten e razoan, reflectindo a sociedade xaponesa e especialmente o papel das mulleres nela. O ton das súas obras varía do surrealista ao grotesco e en ocasións introduce elementos humorísticos, mostrándose psicoloxicamente ambigua e inquietante.

Entre las innumerables cosas que el profesor nos enseñó, a mi hijo y a mí, el significado de la raíz cuadrada ocupa un lugar importante. Es posible que al profesor -convencido, como estaba, de que era posible explicar la formación del mundo con números- el término <<innumerable>> le resultara incómodo. Pero no sé expresarlo de otra manera. Nos enseñó números primos hasta llegar a los cientos de miles, así como el número mayor jamás utilizado para una demostración matemática registrado en el Libro  Guinnes, o la noción matemática del transfinito; sin embargo, por mucho que enumere estas cosas y otras más, no guardan proplibroorción alguna con la intensidad de las horas que pasamos con él.
Recuerdo bien el día en el que, los tres juntos, intentamos descubrir qué magia es la que coloca los números bajo el símbolo de la raíz cuadrada. Fue a principios de abril, una tarde lluviosa. En el estudio oscuro lucía una bombilla, la cartera de la que mi hijo se había desprendido había aterrizado sobre la alfombra, y por la ventana se veían unas flores de albaricoquero mojadas por la lluvia.
Invariablemente, en cada ocasión, el profesor no sólo esperaba de nosotros una respuesta correcta. Se alegraba cuando, por no saber contestar, acabábamos soltando como último recurso un disparate, en lugar de permanecer obstinadamente callados. Y aun se congratulaba más si la respuesta suscitaba nuevas preguntas que fueran más allá del problema inicial. Tenía una concepción original sobre el “error correcto”, de manera que era capaz de darnos de nuevo confianza precisamente cuando más apurados nos veíamos, sin poder encontrar la solución correcta.
 

 



page | by Dr. Radut