El tiempo

Cuando nos planteamos el concepto de "tiempo" en relación con una obra, caben varias posibilidades. Por un lado, el momento en que se escribió y luego se publicó. Por otro, la época o tiempo externo en que se sitúa la acción, que puede coincidir o no con el periodo en que se escribió.  Está claro que ahora se publican novelas con acciones situadas en la Edad Media, por ejemplo, o, en plan ciencia ficción, varios siglos adelante.

Hay una tercera perspectiva temporal, y esta se relaciona con el desarrollo del tiempo interno de la obra: ¿hay saltos al pasado, es decir, retrospecciones o flash-backs? ¿Hay saltos al futuro, es decir, anticipaciones?

Ya sabemos cuando se publicó esta primera novela de la serie de Harry Potter: en inglés, en 1997; en castellano, un año después, en 1998.

Se puede situar perfectamente la acción de la obra en nuestro tiempo: hay televisores, ordenadores, hay coches, embotellamientos de tráfico. Si acaso, podríamos echar en falta los MP3 o teléfonos móviles. En 1997, cuando aparece la novela, ya existían, pero todavía no estaban tan extendidos como ahora. Y mucho menos existían los Smartphones.

El desarrollo de la historia sigue un orden fundamentalmente cronológico: unas cosas ocurren detrás de otras. Hay algunos pequeños saltos al pasado, como cuando, al principio, Dumblemore explica a  la profesora McGonagall lo que ha pasado con los padres de Harry -explicación que en realidad se dirige a nosotros, los lectores, para que sepamos de qué va la cosa-, y alguna pequeña anticipación, también en los primeros capítulos: por ejemplo, cuando el señor Dursley ve que pasan cosas raras, y, al oír hablar a diversas personas -magos- sobre Harry, intenta negar la realidad: No, no podría afectarlos a ellos... ¡Qué equivocado estaba!

Encontramos también una elipsis, o salto en tiempo. Es muy usual en cine. Entre el primer capítulo y el segundo pasan diez años: Harry va a cumplir los once.

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