FILOSOFÍA ANTIGUA II. ARISTÓTELES. MARCO HISTÓRICO Y CONCEPTUAL.

DESPUÉS DE ARISTÓTELES: EL TRÁNSITO HACIA EL HELENISMO.

  1. El período histórico (desde el 323 a.C. hasta finales del siglo II d.C.).

Tras la desaparición de Aristóteles se inicia un nuevo periodo histórico denominado helenismo, al que acompaña un cambio de rumbo en la filosofía. El helenismo transcurre desde la muerte de Alejandro, en el 323 a.C. (Aristóteles moriría en el 322) hasta que Roma se convierte en la capital política y cultural de Occidente.

Los acontecimientos políticos que van a configurar el nuevo período histórico se inician con las campañas de Alejandro Magno. Alejandro conquista toda Grecia y extiende sus dominios por Egipto y Oriente. Su propósito es formar un vasto imperio en el que habrían de estar en igualdad griegos y bárbaros (no griegos), algo que Aristóteles, preceptor de Alejandro, consideraba absurdo.

Sus sucesivas conquistas van difundiendo la cultura griega por los pueblos sometidos. Es esta expansión del pensamiento griego la que, en contacto con las culturas extranjeras asimiladas, produce el mundo helenístico.

Alejandro muere muy joven, lo cual provocó que sus generales se repartieran el Imperio y se embarcaran en campañas militares unos contra otros. Esta época de continuas luchas internas que sufre Grecia la debilita, hasta el punto de terminar siendo absorbida por el naciente Imperio Romano como una provincia más.

Las repercusiones sociales de estos acontecimientos son importantes y diversas. En principio desaparece la polis tradicional, que había inspirado los ideales políticos de los sofistas, de Platón y de Aristóteles, siendo sustituida por tiranías o monarquías gobernadas inicialmente por los generales de Alejandro. Grecia quedará despoblada y empobrecida a causa de las guerras internas entre estas nuevas entidades políticas.

En el ámbito de la cultura aparecen nuevos centros, como Alejandría y Pérgamo, que van sustituyendo el protagonismo cultural que tuvo Atenas. Incluso se establece una nueva lengua común, la koiné (= común), que era una especie de dialecto griego con el que se entendían los distintos ciudadanos helenos. Egipto quedará bajo el dominio del lugarteniente de Alejandro, Ptolomeo, que inicia una dinastía cuyos descendientes continúan con la labor de difundir la cultura griega. Hacia el 300 a.C. Ptolomeo funda en Alejandría el célebre Museo, del cual formaba parte la famosa Biblioteca de Alejandría, centro de investigación en el que se enseñaba la filosofía aristotélica, las matemáticas y la astronomía. Grandes figuras de las ciencias como Euclides, Apolonio de Pérgamo, Arquímedes, Aristarco de Samos o Hipatia están ligadas a este período histórico.

Todos estos cambios y guerras hacen del helenismo un periodo de inseguridad. El mundo griego tradicional se derrumba y lo que el heleno va a pedir ahora a la filosofía es una doctrina ética que le ayude a resistir los difíciles tiempos que corren. Por eso, las especulaciones metafísicas pierden interés por sí mismas, sólo interesarán como marco donde encajar la vida práctica y moral.

La filosofía pasa a ser entendida como un modo de vida, como filosofía práctica, y los conocimientos teóricos ocupan un segundo plano. El fin principal de la filosofía es encontrar la felicidad en un mundo en continua agitación, en el que la religiosidad tradicional ha visto minada su autoridad en el encuentro con las culturas y religiones bárbaras. El ideal de hombre es ahora el del sabio práctico. Es decir, el de un hombre independiente y autosuficiente que sabe, incluso en un mundo agitado, mantener la serenidad y el equilibrio con el que conseguir vivir una vida feliz. Tal es el objetivo de todas las escuelas filosóficas de la época.

  1. La escuela epicúrea.

La escuela epicúrea fue iniciada en Atenas por Epicuro, natural de Samos (341-270 a.C.). Epicuro funda la escuela en una casa que disponía de un jardín donde se discutía de filosofía. Es por ello que a la escuela de Epicuro se la denominará la escuela del jardín. Allí, frente a la costumbre de la época, se admitía a toda clase de personas: mujeres e incluso esclavos.

La filosofía de Epicuro pretende proporcionar un marco para la vida tranquila y feliz. No se propone resolver problemas teóricos, sino suprimir en el hombre el temor al destino, los dioses y la muerte, que considera los grandes obstáculos para poder obtener la tranquilidad del alma. El conocimiento es entendido como un medio para conseguir la tranquilidad del ánimo, sin valor autónomo, y si no se dirige a esa finalidad entonces no es más que un estorbo que hay que suprimir. No interesaba tanto explicar el mundo como lograr la paz del espíritu.

Su doctrina física se basa en el atomismo de Demócrito. Tres son los elementos que constituyen el universo; la materia, constituida por infinitos átomos, el espacio vacío y el movimiento de los átomos. El universo es infinito.

El destino no existe, la razón básica de esto es que no hay en él ninguna finalidad y por tanto no hay una predestinación de los acontecimientos, más bien existe el azar.

Respecto a la ética, Epicuro afirmará que el fin del hombre es alcanzar la felicidad, que consiste en vivir evitando el dolor y obteniendo la mayor cantidad posible de placer. La doctrina ética que considera al placer como el supremo bien se denomina hedonismo.

Así como hay un placer para el cuerpo también existe un placer específico y mejor para el alma, que Epicuro denomina gozo . A través del gozo, y a la larga, el alma llega a un estado más o menos permanente de equilibrio interior e imperturbabilidad denominado ataraxia que es el estado del alma que constituye el ideal de vida del sabio.

Consideraba que el sabio no debía participar en política, ya que sólo era fuente de ambiciones, egoísmos y en nada ayudaba a mantener la tranquilidad de ánimo.

3. La escuela estoica.

El fundador de la escuela fue Zenón de Citium (hacia 300 a.C.) que la estableció en Atenas, en el llamado Pórtico de las pinturas (Stoà poikíle), y de ahí su nombre. Su influencia se extiende desde el año 300 a.C., hasta el siglo II d.C. En el último período del estoicismo, el que se desarrolla ya entre los romanos, destacan Séneca (nacido en Córdoba), Epicteto y Marco Aurelio.

El supuesto básico de la filosofía estoica es la existencia de un finalismo o teleología en la naturaleza. Este finalismo supone una predeterminación de los sucesos a partir de una Razón Universal o Logos, que con su providencia se encarga de conducir al universo por un rumbo determinado por su sabiduría: el destino está escrito.

Todo se encuentra determinado por esa razón universal, no existe el azar. Y así el hombre no puede modificar su destino, sólo puede aceptarlo. “El destino conduce al que quiere y arrastra al que no quiere”. Todo lo que ocurre es lo mejor que podría ocurrir para el conjunto total que es el cosmos, aunque el hombre no comprenda la necesidad de lo que sucede desde la limitada perspectiva del momento presente, o desde el punto de vista personal. Tal y como suele afirmarse: “Dios escribe derecho con los renglones torcidos”. Es por ello que el sabio estoico acepta todo lo que ocurra, porque lo que sucede está determinado por Dios que hace lo mejor para el universo. De esta convicción resulta un amor fati, o amor al destino, ya que pase lo que pase es bueno que pase.

La ética se basa en el principio de vivir conforme a la naturaleza, y como la naturaleza es la razón, debe vivirse conforme a la razón, ésta se hace guía de actuación del hombre. El animal se dejará llevar por el instinto, pero el hombre como ser racional lo debe hacer por la razón.

Al vivir conforme a la naturaleza se consigue el bien supremo del hombre que es la virtud, y entienden por virtud la capacidad del sabio estoico para controlar deseos y pasiones, dominarlos, y así conseguir un estado de vida de serena imperturbabilidad llamado apatía, en la que se da la autarquía o autosuficiencia del sabio al que ningún acontecimiento exterior le afecta.

Los estoicos, en contraposición a los epicúreos, participaron en la política de su tiempo; ellos mantendrán el concepto de cosmopolitismo. Aristóteles mantenía que el hombre es un animal político, es decir de la polis; en la época alejandrina esa concepción será superada: ahora se trata de ser ciudadano del mundo, no de la localidad de origen.

      1. El escepticismo.

Más que una escuela, el escepticismo es una extendida actitud frente a la vida y el conocimiento cuyo primer representante en la Antigüedad fue Pirrón (360-279 a.C.) y el último Sexto Empírico (180-210 d.C.), a quien debemos todos los datos que poseemos sobre el escepticismo antiguo. Los escépticos (del gr.: esképsis = observación, reflexión, examen) mantienen una actitud intelectual que rechaza la posibilidad de acumular conocimientos verdaderos. Compartían así el relativismo y el convencionalismo de los sofistas, señalando que no existe nada definitivamente verdadero ni falso, bueno o malo, puesto que el ser humano está incapacitado para comprender la realidad de las cosas. El escéptico buscaba una vida tranquila, sin adherirse a nada ni tomar partido por causa alguna, por lo que lo más razonable para ellos era abstenerse de juzgar o de mantener cosa alguna (actitud denominada por ellos epokhé). El escepticismo resurgirá con fuerza en Francia durante el siglo XVI en figuras como P. Charron y Michel de Montaigne.

5. Señalemos, por último, que otra influyente corriente filosófica de la etapa helenística es el llamado Neoplatonismo, pensamiento que toma a Platón como punto de referencia y cuyo mayor representante sería Plotino (203-270 d.C.). Plotino enseñó en Roma con gran éxito y sus discípulos recogieron sus lecciones bajo el título de Enéadas. En ellas recoge numerosas influencias religiosas y afirma la existencia de un primer principio transcendente (separado) de todo cuanto existe al que denomina Uno, que es, en cierta medida, equivalente a la Idea del Bien platónica, y a partir del cual emanan o derivan todas las otras realidades, cada vez más alejadas e imperfectas, que forman parte de él. Para Plotino, el objetivo de la filosofía es impulsar en los seres humanos un camino de retorno hacia Dios (Uno), despreciando el mundo material y alcanzando la contemplación divina. Estas ideas tendrán posteriormente un importante eco en el pensamiento cristiano, primero en San Agustín y más tarde en la moral cristiana medieval.

Última modificación: Mércores, 2 de Decembro de 2020, 09:32