Microrrelatos, textos hipermedia e outros escritos

Práctica para o procesador de textos

Introdución

Esta tarefa inspirouse no I Concurso de microrrelatos John Rutherford patrocinado pola Fundación Barrié e La Voz de Galicia que procuraba promover a escrita creativa entre os estudantes de galego como lingua estranxeira en calquera universidade. 
A gañadora desta edición resultou ser Eneritz Dueso polo microrrelato "O peixe conxelado" que vos transcribo a continuación:

Microrrelato gañador: «O peixe conxelado»

Eu era un peixe nadando nunha sopa. 

Sempre soñei con ser unha estrela de cine, pero un día presenteime a un casting e alí dixéronme que antes que deixar que fose actor sería mellor fritirme. Eu díxenlles que a min o aceite me repetía e propuxéronme un papel máis axeitado para a miña valía: ser o protagonista deste prato, mentres non me achegase a lingua o gato.

Pero chegou o día en que se achegou o felino, coas súas poutas afiadas e os seus dentes xenuínos. Tentaron salvarme as ameixas, esas amigas que aínda que son duras por fóra por dentro son tenras, e o gato estrañouse ao ver como o atacaron.
Sen perder a compostura puxo fin ao altercado explicándonos que el era un gato vegano.

Como ía moita calor invitámolo a nadar na sopa xa fría, pero o mico estremeceuse ao ver que a súa pelaxe se mollaría. Vaia falta de respecto, non aceptar o noso convite! Iso superaba xa o noso límite. 

Vingámonos del facéndoo beber, pero tragounos sen querer e a viaxe cara á súa barriga non a puidemos deter.

Agora eu son un peixe nadando na barriga dun gato, e non un gato calquera, un gato vegano! Pobre mico, pobre gatiño, que para unha vez que comía un peixe non era fresco, senón conxelado.

Eneritz Dueso
Alumna de 3º de Estudios Vascos en Euskadi (xuño 2014)

Aínda que non é un microrrelato propiamente dito, quero aproveitar esta introdución para lembrar o primeiro relato curto ou texto creativo que me fixo introducir este tipo de tarefas dentro da programación de informática, un texto que aúna a creatividade e a madurez persoal implícita na formación como cidadán implicado na vida en sociedade.

1er premio del II Concurso Nacional “Carta a un maltratador” convocado por la Asociación ‘Juntos contra la violencia doméstica’.

Para ti, cabrón: Porque lo eres, porque la has humillado, porque la has menospreciado, porque la has golpeado, abofeteado, escupido, insultado… porque la has maltratado. ¿Por qué la maltratas? Dices que es su culpa, ¿verdad? Que es ella la que te saca de tus casillas, siempre contradiciendo y exigiendo dinero para cosas innecesarias o que detestas: detergente, bayetas, verduras… Es entonces, en medio de una discusión cuando tú, con tu ‘método de disciplina’ intentas educarla, para que aprenda. Encima lloriquea, si además vive de tu sueldo y tiene tanta suerte contigo, un hombre de ideas claras, respetable. 

¿De qué se queja? Te lo diré: Se queja porque no vive, porque vive, pero muerta. Haces que se sienta fea, bruta, inferior, torpe… La acobardas, la empujas, le das patadas…, patadas que yo también sufría. 

Hasta aquel último día. 

Eran las once de la mañana y mamá estaba sentada en el sofá, la mirada dispersa, la cara pálida, con ojeras. No había dormido en toda la noche, como otras muchas, por miedo a que llegaras, por pánico a que aparecieses y te apeteciera follarla (hacer el amor dirías) o darle una paliza con la que solías esconder la impotencia de tu borrachera. Ella seguía guapa a pesar de todo y yo me había quedado tranquilo y confortable con mis piernecitas dobladas. Ya había hecho la casa, fregado el suelo y planchado tu ropa. De repente, suena la cerradura, su mirada se dirige hacia la puerta y apareces tú: la camisa por fuera, sin corbata y ebrio. Como tantas veces. Mamá temblaba. Yo también. Ocurría casi cada día, pero no nos acostumbrábamos. En ocasiones ella se había preguntado: ¿y si hoy se le va la mano y me mata? La pobre creía que tenía que aguantar, en el fondo pensaba en parte era culpa suya, que tú eras bueno, le dabas un hogar y una vida y en cambio ella no conseguía hacer siempre bien lo que tú querías. Yo intentaba que ella viera cómo eres en realidad. Se lo explicaba porque quería huir de allí, irnos los dos…Mas, desafortunadamente, no conseguí hacerme entender. 

Te acercaste y sudabas, todavía tenías ganas de fiesta. Mamá dijo que no era el momento ni la situación, suplicó que te acostases, estarías cansado. Pero tu realidad era otra. Crees que siempre puedes hacer lo que quieres. La forzaste, le agarraste las muñecas, la empujaste y la empotraste contra la pared. Como siempre, al final ella terminaba cediendo. Yo, a mi manera gritaba, decía: mamá no, no lo permitas. De repente me oyó. ¡Esta vez sí que no!–dijo para adentro-, sujetó tus manos, te propinó un buen codazo y logró escapar. Recuerdo cómo cambió tu cara en ese momento. Sorprendido, confuso, claro, porque ella jamás se había negado a nada. 

Me puse contento antes de tiempo. Porque tú no lo ibas a consentir. 

Era necesario el castigo para educarla. Cuando una mujer hace algo mal hay que enseñarla. Y lo que funciona mejor es la fuerza: puñetazo por la boca y patada por la barriga una y otra vez… Y sucedió. 

Mamá empezó a sangrar. Con cada golpe, yo tropezaba contra sus paredes. Agarraba su útero con mis manitas tan pequeñas todavía porque quería vivir. Salía la sangre y yo me debilitaba. Me dolía todo y me dolía también el cuerpo de mamá. Creo que sufrí alguna rotura mientras ella caía desmayada en un charco de sangre. 

Por ti nunca llegué a nacer. Nunca pude pronunciar la palabra mamá. Maltrataste a mi madre y me asesinaste a mí. Y ahora me dirijo a tí. Esta carta es para tí, cabrón: por ella, por la que debió ser mi madre y nunca tuvo un hijo. También por mí que sólo fui un feto a quien negaste el derecho a la vida. 

Pero en el fondo, ¿sabes?, algo me alegra. Mamá se fue. Muy triste, pero serenamente, sin violencia, te denunció y dejó que la justicia decidiera tu destino. Y otra cosa: nunca tuve que llevar tu nombre ni llamarte papá. Ni saber que otros hijos felices de padres humanos señalaban al mío porque en el barrio todos sabían que tú eres un maltratador. Y como todos ellos, un hombre débil. Una alimaña. Un cabrón.

Fernando Orden Rueda 
Alumno 2º de Bachillerato de Ciencias de la Salud. IES Bioclimático (Badajoz) (mayo 2008)