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Almudena Grandes
La madre de Frankenstein, A. Grandes
Aurora, mi paciente
Después de comer, doña Aurora me pidió que la acompañara a su habitación.
—Venga conmigo, Germán —sus ojos relucieron de pronto como los de un gato goloso—. Si puede concederme unos minutos, me gustaría que habláramos de un asuntillo. No voy a entretenerle demasiado, que ya sé que tiene usted mucho que hacer, a ver, un hombre tan importante…
Nunca la había escuchado hablar así, en el tono impostado, sobreactuado, de una actriz madura que hace un papel secundario en un sainete. Sólo eché de menos el colorete y los collares de bisutería mientras me sonreía con un gesto que, si no me hubiera parecido absurdo, me habría atrevido a describir incluso como coqueto. Era, en cualquier caso, tan inédito en aquel rostro como la velocidad a la que movía las pestañas, la languidez del brazo que extendió lentamente para señalarme un camino que los dos conocíamos de sobra. Su actitud me inquietó, porque jamás, ni en 1933 ni después, la había visto en el trance de pretender seducir a nadie, y aunque no tenía sentido, eso fue lo que me sugirió su voz, sus movimientos. Aquel día, ni siquiera entendí por qué había escogido un tono tan desagradable para dirigirse a su antigua alumna, su lectora, los ojos que miraban el jardín por ella.
—Tú no vengas, chica, que eres muy pesada, todo el día siguiéndonos como un perrito, qué barbaridad.
Hasta ese momento, siempre habíamos sido tres. Aunque en los últimos tiempos doña Aurora no se había portado bien con María, nunca había llegado a usar la primera persona del plural para excluirla. Ella se dio cuenta, me dirigió una mirada de asombro que no ocultaba que esas palabras le habían dolido, y en el silencio inmóvil que ambos compartimos, doña Aurora se arrepintió a medias de su sequedad.(…)
Después, a mediados de agosto, algo cambió. El clima ideal del verano tranquilo, placentero, incluso alegre, que ella había contribuido a sostener con su humor y su buen apetito se fue tensando poco a poco, para nublarse antes que los cielos de septiembre. La transformación de doña Aurora obedeció al patrón de su propio carácter, tan caprichoso, tan voluble que a menudo su ánimo cambiaba más de una vez, en direcciones opuestas, en el plazo de una hora. No fui capaz de desentrañar aquel fenómeno pero distinguí en el estado de mi paciente ciertos rasgos constantes, que se repetían en cada mudanza.
La madre de Frankenstein, Almudena Grandes (fragmento)
CONTENIDOS QUE SE TRABAJARÁN A TRAVÉS DEL TEXTO
- Las subordinadas adjetivas.
- Las subordinadas sustantivas.
- Las subordinadas adverbiales.
- El registro coloquial. Principales rasgos.
- Palabras juntas o separadas.
- Voz narrativa: uso del perspectivismo.
- Principales tendencias de la narrativa actual.
- Almudena Grandes. Sus novelas y las características de su obra narrativa.
- Las mujeres protagonistas y las mujeres escritoras.
- Las subordinadas adjetivas.
Comprensión textual Análisis lingüístico Análisis literario Proyecto transversal Apartado destinado a trabajar los textos de forma transversal con el objetivo de elaborar un proyecto final, un mural interactivo o en papel, cuyo nexo de unión es "El papel de la mujer en la literatura: personajes y narradoras".
Autoevaluación