El profeta Isaías
1533 - 1535. Óleo sobre tabla, 90 x 43,5 cmDepósito en otra institución
Esta tabla forma parte del retablo o altar de estación de la Natividad de Guisando (P00683-P00690), una estructura que es frecuente encontrar en numerosos claustros monásticos españoles. Procede concretamente del monasterio jerónimo de Guisando (Ávila), siendo citado por Ponz en 1773. En el claustro, el retablo se encastraba en un muro, formando una suerte de caja, cuyas puertas representan La Visitación -y en su cara exterior San Jerónimo penitente- y La Presentación de Jesús en el Templo -en su exterior una Oración en el Huerto- que fue aserrada y desmembrada de la puerta. El conjunto se completaba con cuatro profetas (David, Isaías, Jeremías y Habacuc), situados en los lados del retablo, haciendo las veces de laterales menores del paralelepípedo retablístico. Probablemente, y siguiendo la fórmula de este tipo de retablos, una imagen escultórica o pictórica remataría el conjunto, tal vez un Padre Eterno. Con la desamortización eclesiástica, se procedió al desmontaje y dispersión de las distintas tablas del retablo y se perdió la memoria de su pintor, Juan Correa de Vivar, e incluso la procedencia del conjunto, creyéndose del monasterio de Santa María de Valdeiglesias (Pelayos de la Presa, Madrid), donde trabajó Correa entre 1545 y 1550. A partir de la descripción de Ponz, la reconstrucción del Retablo de la Natividad ha sido propuesta por la investigadora Isabel Mateo, quien sostiene como fecha de realización los años de 1533 a 1535, atendiendo a la cercanía estilística con la pintura de Juan de Borgoña, figura capital para la irrupción de las formas renacentistas en Castilla, vía Toledo. La acomodación de las nuevas maneras del Quattrocento italiano a la personalidad nórdica de Borgoña, calaron con comodidad en una zona de tradicional sustrato gótico, revestido ahora por las sugestivas aportaciones toscanas del citado Borgoña. En la Natividad de Guisando se revelan aún todos los postulados aprendidos con el maestro nórdico, presente todavía en la escena toledana (Borgoña murió en 1536). Correa mantiene en estas fechas un marcado sentido del dibujo, ligado al empleo local del color, en ese momento un tanto agrio y que, progresivamente irá dulcificando y aclarando. Desarrolla un sentido compositivo elemental, marcadamente geométrico, empleando arquitecturas clásicas, pero sin entender con claridad la perspectiva monofocal empleada. Este conjunto de la Natividad, tras otros encargos anteriores -Griñon, Mora o Guadalupe-, expresa bien el proceso de la maduración en este primer momento del artista, quien asienta su correcto quehacer artístico desde la huella de Juan de Borgoña, sin que se perciban aún con claridad otras aportaciones posteriores.
Ruiz Gómez, Leticia, El Greco y la pintura española del Renacimiento: guía, Madrid, Museo del Prado, Aldeasa, 2001