La Virgen de la leche
Hacia 1565. Óleo sobre tabla, 84 x 64 cmSala 052C
Es esta una de las pinturas más características y reconocidas de Morales, tanto por su cuidada técnica, el formato doméstico y la temática en apariencia tierna y entrañable, como por ser desde su ingreso en el Prado una de las obras del pintor que se exponen de manera continuada. Fue en 1916 cuando se incorporó al Museo tras la aceptación por el Real Patronato del extraordinario legado artístico de uno de sus vocales más activos y generosos, el financiero y coleccionista barcelonés Pablo Bosch y Barrau (1862-1915). Bosch había adquirido la tabla a los herederos de un diácono de Ávila y, una vez expuesta en el domicilio madrileño del financiero catalán, fue reconocida por su delicadeza y calidad.
Nada sabemos de la primera procedencia de la pintura, aunque la creemos un cuidado encargo de algún personaje notable, deseoso de contar con una de las composiciones de Morales más repetidas, como demuestran las numerosas versiones conocidas. La mayoría de ellas son de formato más reducido, centrado en las medias figuras de María y el Niño. Esta versión presenta un desarrollo más completo de la Virgen, de tres cuartos; aparece sentada, sosteniendo entre los brazos a su hijo, a quien contempla ensimismada con la cabeza inclinada hacia su derecha, el lugar que ocupa el Niño, quien, de espaldas al espectador, alza a su vez la cabeza hacia la madre, buscando su pecho con una mano, tras levantar con la otra parte del fino velo que lleva María. Las piernas en movimiento del pequeño subrayan su actitud inquieta, contrastada con la figura protectora y reposada de la madre, de manos grandes, desplegadas sobre el cuerpo de Jesús, cubierto con una sabanilla.
La mano de Jesús introducida en el vestido carmesí de María convierte la representación en un trasunto pudoroso de un tema de larga tradición en el arte cristiano, el de la Virgen de la leche; una iconografía que, como señaló Louis Réau, alcanzó un desarrollo extremadamente variado y matizado que se inició en la pintura bizantina y tuvo una amplia difusión en la Edad Media. La imagen de María amamantando al Niño o mostrando un pecho desnudo contó con abundantes ejemplos en el arte occidental, desapareciendo progresivamente a lo largo del siglo XVI por considerarse indecoroso o inconveniente.
La idea compositiva es una adaptación de las Vírgenes sedentes que el propio Morales estableció en sus composiciones de más empeño, comenzando por la Virgen del pajarito de la parroquia de San Agustín de Madrid, fechada en 1546, pero sobre todo la Virgen con el Niño y san Juanito de Salamanca y la Virgen con el Niño y los santos Juanes de Valencia de Alcántara. La Virgen aparece sentada en primer término, en disposición piramidal, con una de las rodillas más adelantada y la cabeza ligeramente inclinada. El Museu de Arte Antiga de Lisboa posee un ejemplar casi idéntico al del Prado, a excepción del diferente matiz grana de la túnica de la Virgen. Es posible que ambas partieran de un modelo común; de hecho, Gaya Nuño consideraba que la tabla del Prado es una ampliación de las versiones reducidas. El núcleo central, donde se incluye esta obra, debió realizarse por cuestiones estilísticas en torno a 1560-65 (Texto extractado de Ruiz, L.: El Divino Morales, Museo Nacional del Prado, 2015, pp. 96-98).