El Nacimiento de la Virgen
1562 - 1567. Óleo sobre tabla, 69,2 x 93,2 cmNo expuesto
El Nacimiento de la Virgen del Museo del Prado, única pintura de este tema de mano de Luis de Morales y obra inédita hasta 2003, y las dos obras del Museum Schloss Fasanerie en Eichenzell, La Presentación en el Templo y La Visitación, muy poco conocidas en España, pertenecen con toda probabilidad, tal y como señaló Gabriele Finaldi -en atención a sus medidas, la proporción de sus figuras, estilo, temática, elementos decorativos y a su altísima calidad-, a un mismo conjunto. La temática y características de estas tres pinturas las apartan del corpus de pequeños cuadros de devoción independientes de Morales, mientras que el formato de las tablas las diferencia de las de sus trípticos, más estrechas y alargadas. Igualmente, las medias figuras, en vez de los bustos generalmente empleados en los trípticos, se corresponden más bien con lo que se le exigía a Morales para las predelas de los retablos, tal como queda reflejado en el contrato del de San Felices de los Gallegos (1572).
Diversos documentos y testimonios permiten ubicar las tres obras con cierta seguridad en un convento en el que Morales ejecutaría varios trabajos de desigual calidad en años posteriores, el de San Benito de Alcántara (Cáceres), más concretamente en el banco del pequeño retablo de la capilla funeraria de frey Antonio Bravo de Xerez (muerto en 1562). En las disposiciones testamentarias (23 de febrero de 1560) de este poderoso personaje, comendador de Piedrabuena y gobernador del Partido de Alcántara, hijo de Vasco Yáñez de Xerez, contador de los duques de Béjar y Plasencia, se mencionan los temas de la Natividad de la Virgen y la Presentación en el Templo en relación con su capilla. Este documento, sumado a los diversos pagos efectuados al pintor -un total de 350 ducados- y las crónicas de los visitadores de la Orden de Alcántara, permiten asignar las obras a la mano de Morales y situar la ejecución de las tablas en uno de los períodos de mayor actividad del maestro, entre 1562 -tras la muerte del comendador- y el 1 de febrero de 1565, día en que el visitador frey Gonzalo Chacón ordena el pago de lo adeudado a Morales estando acavada la dicha obra en toda perfiçión segund es obligado.
La tabla del Nacimiento de la Virgen (Protoevangelio de Santiago V, 2), por ahora única en su repertorio, es representativa de la capacidad de Morales como artista: pone de relieve su originalidad en la interpretación y composición de la escena, la exquisita belleza y delicadeza que podía alcanzar en las figuras y los detalles. Morales interpreta el momento tras el parto con gran sencillez y sobriedad, en contraste con las habituales escenas domésticas de celebración femenina, como la de Juan de Borgoña (act. 1495-1535) de la catedral de Toledo (1509-11), en las que se reproducen detalles del espacio, objetos, multitud de personajes y acciones cotidianas no esenciales en la narración. En esta pintura, santa Ana se incorpora con un gesto de dolor, con la ayuda de una joven que a la vez le acerca el tradicional plato de loza con caldo. La niña está convenientemente fajada siguiendo el sistema de países como Francia o Alemania -similar al que se ve en el Tríptico del Nacimiento de Jesús (h. 1450) del Maestro del Zarzoso-, reflejo del contacto de Morales con el arte del norte de Europa. La misteriosa figura de la joven que porta el cestillo -que se repite en la Sagrada Familia de Nueva York-, y que podría representar a una familiar o vecina que visita a la parturienta con un obsequio, se diferencia de los otros personajes por el delicado peinado y el vestido -similar al de las Vírgenes gitanas de Morales, pero más fino, con puntillas en el cuello y en los puños-. Su mirada dirigida hacia el espectador hace sospechar que es un retrato, quizá de alguna mujer embarazada, e incluso una pariente de Morales (su propia hija Catalina da a luz en 1564). Los frutos en el cestillo, que podrían tener una función alegórica, parecen ser pequeñas manzanas -con una gran carga simbólica en relación con el pecado y la redención- o pequeños membrillos, que según el emblema 191 de Alciato se presentan a las esposas.
A pesar de que seguramente es la primera vez que Morales pinta esta escena, el dibujo subyacente que se aprecia en la reflectografía infrarroja presenta muy pocas dudas y pocos cambios con respecto al cuadro pintado debido al sistema de trabajo por calcos. En él llama la atención el sombreado, más trabajado de lo habitual que en otras obras de Morales en la criada que acerca el plato a santa Ana, probablemente porque el pintor no había tratado antes esa figura y necesitaba pensar más cuidadosamente la situación de las luces y las sombras, que, curiosamente, no se corresponden con las que pintó posteriormente (Texto extractado de Cenalmor, E. en: El Divino Morales, Museo Nacional del Prado, 2015, pp. 60-61).