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LA SUCESIÓN DE FIBONACCI. ¡HASTA SIEMPRE, PEPA Y VILARIÑO!

Mi primer encuentro serio con las matemáticas lo calificaría de curioso más que traumático. Me quedé sorprendida cuando , en aquellos años del 1º de BUP , la más que paciente profesora , me espetó con rostro resignado y tono enfadado: “Usted tiene una nula percepción científica”, a lo que yo impulsivamente respondí: “¡Me alegro!”, pero no con ánimo provocador ni faltón, sino como reconocimiento real de mi inexistente talento para todo lo que significan números, talante que la docente, extremadamente delicada, no entendió y vertió sobre mi asombrado espíritu un chorreo de reproches, de los cuales recuerdo todavía el final: “¡Parece mentira!”.

Pese a todo,  conseguí aprobar yo solita la asignatura, y utilizo el adjetivo “solita” con orgullo: no me aprobaron, no existían estándares , ni los famosos imperativos legales. En aquella época que hoy casi me parece pleistocénica, dejaban  trabajar a los profesores , de ahí que casi todos se podían permitir el lujo de tomarse su asignatura tan en serio, que intentaban preparar dignamente al alumno, sin preocuparse de porcentajes, papeleos y comisiones de comisiones ... Pero no quiero convertir lo que hoy pretendo  decir en “las memorias del abuelo Cebolleta”...

Siempre he tendido a quedarme con la literatura de las cuestiones matemáticas. ¡Cómo disfrutaba imaginándome aquellos niños que se repartían X gominolas y sobraban otras X ...Me importaba muy poco cuántas les tocaba a cada uno y cómo se repartían las restantes...! ¡eso era absolutamente intrascendente!.  Yo pensaba que me cogería todas las de limón renunciando a la parte correspondiente de las “remanentes”. Me resultaba absolutamente indiferente  saber el número de conejos y gallinas que había en una granja, partiendo de la suma de sus patas. Mi lógica me llevaba a evocar un lugar idílico donde los bípedos y cadrúpedos vagaban a sus anchas, escapándose del granjero que pretendía contarlos. No variaba mi actitud ni se inmutaba mi ánimo  cuando se trataba de saber cuánto dinero le quedaba a “Pedrito” después de haber perdido una peseta en la calle y su abuelo lo compensaba con 5 . Mis desvelos se centraban en pensar si buscara bien entre los adoquines o las alcantarillas la peseta desaparecida.

Pero ayer, empecé a querer comprender... Observaba un árbol  cuyas raíces y hojas me recordaron a un auténtico encaje de bolillos: !menuda belleza! Y recordé a aquel gran amigo que siempre me decía que la naturaleza jamás decepciona. Comenté esta impresión con mi hermana, impregnada de lógica, razonamiento y especialmente dotada para la ciencia y me explicó algo fascinante: “La sucesión de Fibonacci”. Comenzó con la estrategia que sabía que iba a funcionar : me explicó que Fibonacci  se llamaba en realidad Leonardo de Pisa y vivió ente los siglos XII-XIII. Este matemático italiano era hijo de un “bonacci”, es decir, su padre tenía fama de “bonachón” y, cuando el vástago observó su famosa secuencia, quiso homenajear a su progenitor llamándola Sucesión del hijo del bueno, figliobonacci, fibonacci, en la que cada término es la suma de los dos anteriores:  comienza con el 1, y continua con 1, 2, 3, 5, 8, 13, 21, 34, 55, 89, 144, 233, 377, 610, 987, 1597, 2584…, ya que 1 = 0+1; 2=1+1; 3= 1+2; 5=2+3; 8=3+5; 13=5+8=; 21=8+13… etc. Los números poseen varias propiedades interesantes. Quizás una de las más curiosas, es que el cociente de dos números consecutivos de la serie se aproxima a la denominada “razón dorada”, “sección áurea” o “divina proporción” y LLEGAMOS AL IDEAL DE LA BELLEZA.

Ese árbol que yo admiraba era una fiesta de ramas, en cuyo desparrame se cumpía dicha secuencia: una daba otras 3 , la 5 daba 8 la 8, 13. Me dejó  perpleja . Después, en lugar de desconectar mi pensamiento , dejé que se me explicara su aplicación a muchos otros elementos de la naturaleza, desde la proliferación de conejos hasta el número de espirales que pueden verse en numerosas variedades de flores y frutos . El ejemplo más citado es la de la flor del girasol, las margaritas, las piñas...

Se trata en realidad de “economizar”: las plantas son capaces de acomodar sus semillas, para insertar en el menor espacio la mayor cantidad de ellas.

Yo me quedo con el mérito de la primera semilla que logra multiplicarse eficaz, silenciosa, perfecta, pero, sobre todo, bella. Creo que ésta debe ser la labor del profesor y es lo que han conseguido Pepa Gamarra y Xosé Vilariño. Se nos van los dos a sembrar otras tierras distintas, pero aquí han dejado más que semillas. Hicieron brotar un montón de ramas, que a su vez engendarán otras. Y yo, en nombre de todos, los alumnos y los que todavía seguimos cultivando por estos lares os doy las gracias por haber estado a nuestro lado durante  estos años. Dos personas buenas e inteligentes. Pepa con su talante prudente, eficiente y conciliador, Antonio con su visceralidad, entusiasmo y  especial habilidad para cabrear y hacer reir. Ambos habéis sido excelentes compañeros y, por lo que a mi respecta, imprescindibles en la  bliblioteca. Gracias a una y otro, “mis montañas” se convertían en llanos, las curvas sinuosas se volvían rectas al comentárselas a Pepa y Vilariño subió todas las cuestas que me correspondían a mí... ¡Así que ¿Cómo no echaros de menos?!.

Es cierto que el instituto, lógicamente, seguirá con su dinámica, pero vuestra huella  nunca desaparecerá porque, como todo lo importante  que damos por perdido, aparece en todos los  sitios.

Os echaremos mucho de menos, pero lo más conmovedor es que os recordaremos, porque formáis parte del Félix Muriel y, además habéis sido los artífices de algo tan insólito como irrepetible para mí: he entendido una parte pequeñita del mundo matemático: la Sucesión de Fibonacci ¡y me ha encantado!

 

                                                                                                       Ana Rivas

 

 



story | by Dr. Radut