Skip to Content

ESTUDIO SOBRE PLENILUNIO

INTRODUCCIÓN.

Hay obras inscritas dentro del género policíaco que han alcanzado valores estéticos importantes, que van más allá de la historia del crimen y la investigación y hablan de la literatura y de la sociedad en la que se crearon.

Plenilunio, de Antonio Muñoz Molina, es una de estas obras. No se  puede reducir a una novela policiaca; aun si el objetivo final es encontrar a un asesino y castigarlo, la narración del escritor español va mucho más allá. La intriga del crimen es el punto de partida para que el lector se acerque a la historia de España, a los vicios de la sociedad y las obsesiones de los hombres. Es una ventana a las vidas de los personajes, a sus mentes.


ARGUMENTO

El brutal asesinato de una niña ha sembrado de inquietud y temor la vida mortecina de una ciudad de provincias. El asesino se ha ensañado con la pequeña y se ha desvanecido. El inspector jefe de policía, trasladado recientemente desde el norte, se obsesiona con el crimen. Sabe que el psicópata sigue allí, paseándose por plazas, parques, sin rostro, anónimo y esquivo

CONSTRUCCIÓN DE LOS PERSONAJES EN PLENILUNIO.

 

En Plenilunio no hay héroes ni personajes románticos, nadie pretende ya reconquistar la democracia ni anhela la época en que ese anhelo dominaba la vida de los españoles. Los personajes son tí­picamente modernos, individuos sin importancia que viven los hechos históricos desde la perspectiva infinita e insignificante de una persona. Hay otros personajes secundarios que sobre todo contribuyen a indicar el paso del tiempo al fortalecer el vínculo entre el pasado y el presente: Ferreras, que conoce a Susana desde que eran estudiantes y que en su calidad de forense colabora en la identificación del criminal; la mujer del inspector, que ha sido internada en un sanatorio durante el periodo en que su marido investiga el crimen; el padre Orduña  viejo sacerdote jesuita, ex cura obrero y ex profesor del inspector; el criminal, y, por último , un asesino anónimo  enviado por ETA, que acecha al policí­a por haberse desempeñado años atrás en Bilbao. Globalmente podemos decir que todos son personajes grises- con la salvedad, quizás, del vitalismo que en algunos pasajes muestra Susana- , con un pasado gris y con un futuro más gris todavía: el Asesino en la cárcel, el Inspector debatiéndose con la muerte,  Ferreras rechazado por Susana parece que no logrará fácilmente una estabilidad sentimental, el Padre Orduña ejerciendo de sacerdote para una decena de personas y añorando el pasado activo...Los personajes tienen escasas ilusiones, ya no esperan nada importante de la vida, no los desespera ni el bien ni el mal, aunque no les guste este último. Ni siquiera en el momento en que las cosas parecen tornar a bien, cuando se ha solucionado el crimen, no se producen  cambios fundamentales en la vida de los personajes (siguen llevando su pequeña vida privada) un alivio mí­nimo. De hecho el éxito de la investigación trae consigo el fin del amor entre el policí­a y Susana

Pasaremos ahora a tratar a los personajes de un modo más particularizado.

Consideraremos en primer lugar, el personaje del inspector,  así llamado durante toda la obra en caso de que se haga referencia a él.  "De día y de noche iba por la ciudad buscando una mirada"[1]. Con esta frase arranca Plenilunio y se nos presenta el objetivo que mueve el trabajo del inspector desde el principio. El protagonista es  un personaje activo que se obsesiona con la tarea de descubrir al asesino de la primera víctima hasta el punto de que parece que es el único caso en que está trabajando la comisaría. Por otra parte, el Inspector es sujeto paciente de la persecución y ataque final de los miembros de la banda terrorista ETA. Los recuerdos del inspector sobre su trabajo en el Norte alteran su conducta que no ha llegado a solucionarse del todo con su traslado, pero más aún la de su mujer, que debe ser recluida en una clínica para enfermos mentales. Su cambio de residencia lleva asociado un cambio en su conducta vital: ya no bebe, ya no sale de noche y ahora solo bebe café y coca-cola y apenas tiene relaciones sociales, ni siquiera con sus compañeros de trabajo que apenas aparecen en las páginas de la novela.

Respecto a sus relaciones, a lo largo de la obra contemplamos cómo se va forjando una relación adultera con Susana Grey, la maestra de la niña, relación cuyo final es abierto, pues el final de la novela puede sugerir tanto continuidad como la  ruptura de la pareja.

La infancia y juventud del inspector las conocemos gracias a las conversaciones con el Padre Orduña. Así sabemos que era hijo de un rojo y que, paradójicamente, estudió en un colegio de curas.

Hemos comentado que el inspector no tiene nombre; tampoco tiene un físico poderoso o peculiar que lo caracterice: es un hombre de mediana edad, de cabello gris y que viste un anorak y calzado típicos del Norte y que llaman la atención por lo desusados en la zona en la que vive ahora.

Frente a la figura del inspector se levanta la de su antagonista, el asesino, también él sin nombre. En un primer momento no sabemos mucho de él, ni siquiera de su físico, como es normal en una novela policiaca. Pero poco a poco vamos sabiendo cosas: que es joven, moreno y que se dedica a un trabajo manual. Sin embargo, Muñoz Molina no espera hasta el final para darnos a conocer quién es el asesino. Lo descubrimos en el capítulo 12: sabemos de su impotencia, de su opresiva vida familiar, de su obsesión con la luna, de su afán de protagonismo... y del olor del que no puede librarse debido a su profesión de pescadero. Es un auténtico catálogo de defectos morales: desprecia a sus padres, es un reprimido, violento, que descarga su insatisfacción con prostitutas o con niñas, asiduo consumidor de películas pornográficas, fumador compulsivo. Su afán de notoriedad lo lleva, en ocasiones, a enfrentarse con situaciones peligrosas para él que podrían delatar su culpabilidad. Con todo, hay cierto determinismo en la obra que nos lleva, casi, a compadecerlo por momentos y a entender su reprochable conducta- si bien no a justificarla. Su  impotencia, sumado a lo que después nos enteramos de su propia vida, hace del asesino un individuo minúsculo  y común. Hijo de padres pobres e ignorantes, nacidos probablemente en los primeros años del franquismo o en la posguerra civil, vive con unos progenitores a los que desprecia. La caracterización  del criminal como impotente juega un papel relevante en ello. Por una parte, produce un efecto sorpresa, pues lo disminuye a él y al crimen, quitándoles el posible carácter  excesivo y convirtiendo a aquel  en un individuo sometido a males como cualquier otro ser humano, incluso dándole un aspecto mínimo  que contrasta con el crimen y lo aterra

El papel de "la chica" le corresponde a Susana Grey, maestra de Fátima, la niña asesinada, centro de la trama amorosa en que se ve involucrado el Inspector. Es un personaje rico en matices e historia. Es una mujer culta, fuerte y decidida, que se ha hecho a sí misma tras el abandono de su marido y haber criado sola a su hijo. Toma la iniciativa frente al Inspector- de hecho, es ella quien organiza la primera cita-. Susana ha sido esposa de un artesano intransigente en sus opciones políticas y sociales, incapaz de disfrutar de los placeres y que se vuelve cada día más amargo. Pero ese mismo artesano antifranquista y rí­gido la abandona por otra mujer y desde entonces Susana comienza a sentirse libre. A fines de los años noventa, época en que vagamente está ambientada la novela, ya no tiene prejuicios para enamorarse de este hombre simple que es el policía

Susana Grey funciona como norte hacia el que convergen varios personajes: amiga del forense, maestra de la niña, clienta del asesino...

Dentro de los personajes secundarios destacan  

El Padre Orduña, un jesuita que había sido confesor del inspector, con quien le une una relación de amistad, un lazo de unión constante con su pasado y con su conciencia. En su juventud, durante la guerra civil, fue alférez provisional del bando franquista. De allá­ evoluciona, primero hacia lo religioso y posteriormente hacia lo social. el padre rector aceptó la idea de traer como internos a huérfanos del otro bando [el republicano] o a hijos de los que estuvieran en la cárcel. Esos muchachos, sin embargo, no siguieron el camino que él hubiese deseado.  Esto no basta para que el padre cambie su forma de vida o su pensamiento, ya que más bien se obstina en pasar sin cambios por la transición. El padre no logra seguir el ritmo de la evolución política  y todavía siente nostalgia por su vida de otras épocas. Es el típico ejemplo de cura obrero que tanto proliferó en las España de los 70, prototipo de la comprensión hacia el débil, de la preocupación social y del ascetismo en sus posesiones. Sigue celebrando misa, aunque ya no tiene fieles, sigue con sus convicciones, que ya no tiene que ocultar, como en la época en que la policía allanaba su departamento, pero ya a nadie interesan tampoco. No es un derrotado, pero no logra renovar el vínculo con la sociedad, no consigue lo que han hecho el inspector, Susana Grey o Ferreras, quienes se limitan a desempeñar bien su oficio, ajenos a toda preocupación que supere el buen ejercicio profesional.

 Ferreras, el forense, amigo también de Susana Grey tiene una sabiduría y un sentido común notables. Presenta  una especial forma de relacionarse con los vivos: no estaba muy seguro de sentir verdadera piedad, porque lo que sentía  cada vez más, a medida que se le iban pasando los últimos años  de la juventud, era incomprensión, desconcierto, ira, recelo, pavor, un deseo cada más definido de apartarse del mundo [...] Y de intervenir en él únicamente mediante la práctica rigurosa de su trabajo.

La esposa del inspector es el otro personaje femenino pero  apenas aparece en la obra directamente. Está internada en una clínica porque no pudo soportar la cantidad de llamadas amenazantes de ETA. Su internamiento provocará remordimientos en el Inspector pero no impedirán que este consume el adulterio.

El terrorista. Permanece en la sombra salvo en el último capítulo, cuando atenta contra el inspector. Cuando se alude a él se hace de modo indeterminado, usando indefinidos, pero su presencia preside casi toda la obra, de ahí el suspense que captura al lector, que tiene más información que el Inspector y sabe que el terrorista conoce su nueva dirección y que planea volver a actuar.

Por último, hay que hablar de las niñas, las víctimas. La  primera,  Fátima, está siempre presente, a pesar de que sólo será conocida por el Inspector después de su muerte, con esa mezcla de inocencia y crueldad que aparecen en aquellos que creemos mártires de una situación en la que fueron convidados de piedra.

La segunda niña, Paula, mantiene tras su asesinato frustrado una relación personal con el Inspector, poniendo de relieve un aspecto de éste que hasta ahora no había aparecido: una ternura que no suele asociarse con el tópico funcionario de policía y que lo llena de sensibilidad.

PRINCIPALES TEMAS EN PLENILUNIO.


A lo largo de las casi quinientas páginas de Plenilunio, a través de los ojos de los personajes vemos pasar temas como la religión y la crisis de la fe, el terrorismo y la psicosis permanente que le acompaña de forma irreversible, la soledad y la frustración que conlleva, la sociedad actual, la desinformación y el desequilibrio generacional que provoca, y el amor y la esperanza (y las ansias de vida) que suscita entre quienes lo sienten (y a veces, padecen). Todos ellos, temas de plena actualidad en el momento en que se escribió la obra y también en el momento actual. Aunque en un primer momento parece que nos encontramos con una novela negra, en la línea de Vázquez Montalbán o de clásicos detectives, Muñoz Molina va más allá y usa esta intriga para hacernos reflexionar sobre realidades sociales muy presentes en nuestras vidas.

Sin duda el tema que está presente desde la primera hasta la última página del libro es la violencia, pero aparece tratado de distintos modos.

En primer lugar podríamos hablar de la brutal violencia con que se ha ensañado el asesino de Fátima con esta, la misma con que pretendía atacar a la segunda víctima y similar a la que, recuerda el Padre Orduña, un fraile colega suyo ejerció sobre un niño años atrás. El tema del sufrimiento de los niños no solo está de tristemente rabiosa actualidad, sino que ocupó ya páginas de la literatura desde Dickens a Tolstoi, pasando por Pardo Bazán.

Otra forma de violencia que aparece en la obra es la violencia terrorista, concretamente la del grupo ETA. Ni siquiera el tiempo o la distancia hacen posible que el que ha estado bajo su punto de mira se despegue de la sensación de acoso, como le sucede al Inspector[2] o a su mujer, que termina enloqueciendo por culpa de esta presión. Cada vez son más las novelas que incluyen la realidad vasca (Días Contados, de Juan Madrid, Los hijos de la bestia, de E.J. García Mercado o La caza salvaje, de Jon Juaristi, por ejemplo), en este sentido, podríamos decir que otro de los temas que plasma Plenilunio es la realidad diaria que viven los españoles, acosados por ETA: cómo deben modificar su vida, cambiar su residencia, vigilar cada movimiento, controlar sus rutas diarias...

Asociado al tema de la violencia, del mal ejercido contra otros, estaría el tema del uso de esa violencia como forma de destacar, de encontrar, como se dice vulgarmente "su minuto de gloria"; para el asesino, para el terrorista también lo importante son sus actos y que se sepa de ellos. Como se dice en un momento de la novela: "He conocido a algunos [terroristas] que guardaban recortes pegados en álbumes, como artistas. Y puede ser que este afán de notoriedad esté ligado al anonimato, a la anulación de personalidad a la que conduce la vida frenética en las grandes ciudades, sin tiempo para relacionarse, desinteresándonos por la vida del prójimo (algo que puede explicar que el Asesino pueda entrar en el bar ensangrentado y con aspecto de culpabilidad y que el camarero le sirva indiferente). Las individualidades se difuminan en la masa social y de ahí el deseo de hacerse valer, de hacerse notar

Plenilunio también podría considerarse como una novela histórica, no en el sentido tradicional de la palabra, sino entendiéndola como un reflejo de la historia de España en un determinado momento: finales de los años 80, principios de la década de los 90, momento en que la Transición ya está perfectamente consolidada. En la obra está presente el paso del franquismo (infancia del Inspector en el colegio de jesuitas) a la Democracia (momento reflejado en la obra). Por ellos los personajes hablan explícitamente, aunque sin añoranzas, de una época pasada, distinta, superada. .

.Frente a toda esta negatividad aparece el amor entre Susana Grey y el inspector como un sentimiento absolutamente positivo, hasta el punto que nos hace asociar a Susana con esas "donnas angelicatas" de la literatura clásica que consiguen que su amado encuentre el camino y salga de su mediocridad. El personaje de Susana nos introduce transversalmente en otro tema: el cambio del rol y de la personalidad femenina con el paso de los años. La propia Susana, en un primer momento volcada en y anulada por su camino, tras la separación, logra sobreponerse y hacerse a sí misma y salir adelante con su hijo. Una vez que conoce al Inspector, va a ser ella quien, sin pudor, tome la iniciativa, algo impensable años anteriores. Incluso, a pesar de que la relación pueda tener un futuro aún cuando la mujer del Inspector ha salido del hospital, es capaz de anteponer, a una edad antes considerada como "demasiado tarde"- los 40 años-  un cambio de trabajo a ésta. Susana encarna la nueva femineidad, la nueva mujer que se aleja de los roles clásicos.

La otra relación amorosa, la del Inspector y su mujer, representa al matrimonio fruto de la costumbre y de lástima, en el que ya no hay pasión, ni novedad, solo continuidad. A esto se le añade el hecho de que el Inspector no se siente capaz de dejarla pues se siente culpable de que ella haya renunciado a una vida acomodada, de que haya tenido que cambiar de ciudad y, finalmente, de su ingreso en un psiquiátrico. Su salida del hospital hace que quede en el aire la relación entre Susana y el Inspector. ¿Volverá este a la rutina matrimonial o seguirá con este soplo de aire fresco que Susana ha introducido en su vida?

Por último, otro tema secundario en la obra es la importancia de los medios audiovisuales desde finales de los años 90. La presencia constante de los medios en cualquier punto de atención hace, por ejemplo, que salga en televisión el rostro del Inspector, algo que desencadena que la banda terrorista sepa dónde buscarlo: prima la noticia, el hecho de dar la exclusiva sobre quién se hace cargo del cargo más que proteger la seguridad de un policía[3]. Tras el asesinato la gente se apelotona en la plaza y los medios de comunicación acampan para no perder ni un solo detalle que transmitir a esa audiencia ávida de contenidos morbosos. Hay una presencia del aparato de televisión constante en la obra: en casa de los padres del asesino, en el bar que este frecuenta, en casa de los padres de Fátima... De este modo Muñoz Molina pretende hacernos reflexionar sobre el papel que los medios  de comunicación están teniendo sobre la sociedad que los sigue de una forma casi enfermiza- representada esta sociedad en los padres del Asesino-

PRINCIPALES TÉCNICAS NARRATIVAS EN PLENILUNIO

Antonio Muñoz Molina ya había utilizado elementos tomados de la novela policíaca en novelas anteriores  pero ahora ha escrito una novela policíaca en toda regla y explica el uso de una de las técnicas que flota a lo largo de la novela: la técnica del suspense. Y podríamos hablar de varios  suspensos: el doble  suspenso en que se nos mantiene a lo largo de la obra, uno referido a si logrará capturar al asesino y otro que atiene al terrorista que persigue al Inspector- suspensos, ambos, que se resolverán al final de la obra- y otro doble en que queda el lector al cerrar la novela, pues, por una parte, no sabemos si el Inspector saldrá con vida del atentado y, en caso de que lo logre, no sabemos si su relación amorosa tendrá continuidad. 

De la novela negra o policiaca toma también Muñoz Molina la elección de personajes: el criminal, la víctima, la amante...

Tratemos primero los suspensos que se desarrollan a lo largo de la obra. La arquitectura dramática y el suspenso de Plenilunio se construyen sobre la base de la oposición entre el avance de la investigación  del crimen sexual y el avance, extraordinariamente silencioso, de la planificación del ataque que ETA se propone realizar en contra del inspector. Cuando más se aproxima la resolución del crimen, más  se aproxima el atentado contra el policía; a medida que se avanza en la identificación del criminal, a medida que se resuelve el aspecto de novela policial de misterio y suspenso en lo relativo al crimen de la niña  se incrementa la segunda línea  de suspenso, pues vemos progresar el conocimiento que tiene ETA sobre el inspector  sometido por otro asesino, que lo busca, no como a alguien individual, sino por haber sido un policí­a nacional destinado a Bilbao, donde ETA practica la persecución sistemática de los policías nacionales, independientemente de las caracterí­sticas personales de cada uno de ellos. Que años después haya sido enviado a un nuevo destino en tierras de Castilla o de Andalucí­a no basta, como él mismo cree, ingenuamente, para que se libere del peligro. Con estos datos se fortalece además el perfil de la esposa del inspector, pues si bien no es dicho explícitamente, cabe la posibilidad de que su enfermedad nerviosa se deba al haber pasado tanto tiempo bajo amenaza, impidiéndole  llevar una vida cotidiana y tener amistades. Por ello, la segunda línea de suspenso proviene del acecho y del temor con que vive el policía.
El suspenso, para el lector,  se redobla pues este sabe algo que el Inspector ignora: que es víctima de una persecución terrorista. Además el lector se entera antes que el policía de que el Asesino sigue al acecho y pretende volver a actuar. Ambos suspensos se unen: sabemos que el asesino de la niña circula libremente y puede atacar de nuevo; sabemos que un asesino acecha al policía porque ha visto su imagen en televisión y sabe dónde encontrarlo. La muerte del inspector está en aplazamiento, un aplazamiento del que vamos sabiendo muy poco, pues no más de cuatro o cinco veces  se menciona, sin nombre, a ese alguien, tan desconocido como el asesino de Fátima, que acecha al inspector. Pero, como hemos anticipado, ambas líneas de suspense finalizan en la novela. El Asesino, aunque vuelve a intentarlo, acabará entre rejas y el terrorista conseguirá su objetivo de atacar al Inspector- si bien no sabemos a ciencia cierta si tendrá éxito. Vemos, pues, como Muñoz Molina domina la técnica, no solo del suspenso, sino del doble suspenso.

Para lograr el suspenso aludido el autor utiliza recursos como la manipulación del tiempo y el espacio o, el más usado, la interrupción del  relato en un momento culminante, tenso, crítico como estratagema para conseguir que el lector continúe su lectura (final de los capítulos 20, 21 y 22).

Otra técnica sobre la que el autor construye la obra es la del contrapunto. En la obra se cruzan tres ejes temáticos: la búsqueda del Asesino, la historia de amor entre el Inspector y Susana y la espera para actuar por parte del terrorista.
El problema fundamental que surge de esta estructura dispersa es cómo interpretar la yuxtaposición de estos tres ejes temáticos tan heterogéneos. El extendido empleo desde los años 60  de la técnica  del contrapunto  nos permite  una lectura de este tipo. Primero llama la atención que los tres protagonistas de los tres ejes temáticos son los únicos personajes principales de la novela que no han sido provistos de nombre propio. Deben conformarse con las denominaciones genéricas de "el inspector" y "el asesino", mientras que al terrorista, el más anónimo de los tres, ni siquiera se nombra como tal. La conexión entre ellos se desprende también de un detalle curioso: en el capítulo 14,  un mismo párrafo se refiere sucesivamente a los tres bajo el pronombre inde­ter­mi­na­do de "alguien" [4](Plenilunio pp. 168-170). En otro lugar se hace una comparación explícita entre los dos tipos de crímenes, al sostener el inspector que "[el crimen] en realidad no es más que crueldad y chapuza... Salvo los te­rroristas o los sicarios de los narcotraficantes nadie planea nada... Con una pistola o una navaja cualquiera es omnipoten­te..." aludiendo con lo último a las armas empleadas en los dos crímenes.

Quizás cabría hablar aquí dentro de las técnicas empleadas por Muñoz Molina en esta obra, del uso del símbolo de la luna como elemento de cohesión. Aparece ya desde el título de la obra - Plenilunio- , aludiendo a un hecho bien conocido que es la influencia de de luna llena en los comportamientos extraños de la gente, y tiene constante presencia en la novela, apareciendo, en los momentos culminantes, en forma de luna llena: en la presentación del asesino en el capítulo 12, fumando boca arriba alumbrado por la luz de la luna, en su segunda salida, cuando repite todos los movimientos de la primera vez, el asesino se percata de la presencia, también repetida de la luna llena, cuando perpetra el golpe contra Fätima... También lo hace bajo esta luz lunar... pero no solo los actos que competen al  asesino están dominados por la luz de la luna; también la relación amorosa entre el inspector y Susana Grey están sometidos a su influjo, tanto real como metafórico: la luna entra por la ventana tras su encuentro sexual y cuando van en el coche suena Moonlight in Vermont. Es decir, la presencia de la luna llena funciona como nexo entre los protagonistas y los acontecimientos relevantes de la obra.

TRATAMIENTO DEL ESPACIO Y EL TIEMPO EN PLENILUNIO.

EL TIEMPO.

Tendríamos que empezar el estudio del tratamiento del tiempo en la obra Plenilunio intentando ubicar temporalmente los sucesos que suceden en la obra en algún momento histórico determinado. Esto es lo que se denomina "tiempo externo". Directamente en ningún momento Muñoz Molina nos da fechas concretas, pero, aun así, hay suficientes indicios como para situar los acontecimientos de la obra a finales de los años 90. Recapitulemos los indicios más relevantes.

  • a) En la obra se dan como superadas las cárceles e interrogatorios franquistas. Dado que Franco murió en 1975, esto coloca los hechos como posteriores a esta época.
  • b) El interés de los medios de comunicación por dar noticias del crimen y de las víctimas, así como el acoso sistemático a policías por parte de ETA son propios de los últimos años de los años 80.
  • c) En un determinado momento Susana Grey le dice al inspector: " [...] Es como decir que esos militares serbios de Bosnia no pueden vencer el impulso de matar y violar mujeres". El momento de mayor recrudecimiento de la Guerra de los Balcanes se vivió después entre 1991 y 1995, así que las declaraciones de la maestra tienen que rondar esa época.
  • d) El Asesino en el capítulo 17 hace referencia a una película, El silencio de los corderos, obra de 1990.

Recopilando todos estos datos podemos concluir que el tiempo externo de la novela se sitúa en una fecha indeterminada entre los años 1991 y 1997, fecha en que Muñoz Molina publica la obra.

Respecto al "tiempo interno" de la obra, los hechos narrados transcurren en, aproximadamente, un año. Veamos qué datos nos ofrece la novela para llegar a esta conclusión.

  • a) Se nos dice que el Inspector había llegado a la ciudad sólo unos meses antes, a principios de verano; e, inmediatamente, el "Caso Fátima" captó toda su atención.
  • b) El crimen sucede a finales de otoño/principios de invierno: hay referencias a que alguien apagó las luces pronto porque con el cambio horario que se realiza en noviembre apenas se veía, un testigo asegura haber visto al asesino y la niña una tarde a principios de noviembre, en el diario se sitúa el crimen en el mes de noviembre...
  • c) Respecto al segundo asesinato, cuando la niña va a participar en la rueda de reconocimiento se dice que "faltaban dos semanas para las vacaciones de Navidad". Aunando esta referencia a la anterior concluimos que el tiempo transcurrido entre las dos agresiones es, aproximadamente, mes y medio.
  • d) Una gran elipsis nos lleva a los hechos posteriores a la detención del asesino. El Inspector añora la lluvia y el frío, se nos dice que han pasado siete meses desde la muerte de Fátima y que el Inspector no ve a Susana desde hace mes y medio.

Es decir, la novela sigue, en general (ya matizaremos este aspecto a continuación) un orden lineal y comprende desde mediados de otoño hasta el final de la primavera de un año impreciso entre 1991 y1997.

El orden cronológico, lineal de la historia, se interrumpe en algunos momentos por algunas analepsis, momentos en que alguno de los protagonistas se retrotrae en el tiempo para recordar alguna circunstancia relevante de su pasado: el Inspector recuerda su infancia en el colegio religioso, el padre Orduña también evoca momentos de su vida docente, Susana Grey hace memoria de su vida de casada, el Asesino, de pasada, recuerda burlas que sufrió en la mili... Con todo, estas rupturas del orden lógico no dificultan la lectura en la medida en que lo hacen otras obras contemporáneas.

Para concluir el apartado referido al tiempo nos limitaremos, casi a modo de anécdota, a mencionar que ya, desde el título, el tiempo al que se hace referencia a lo largo de la historia es al tiempo nocturno. Apenas hay acciones que sucedan de día y, de hacerlo, el hecho de que anochezca temprano en los meses de invierno hace que toda la obra quede sumida en la oscuridad, la misma  en la que vive el asesino, la misma en la que vive el Inspector hasta dar con el culpable.

EL ESPACIO.

Igualmente indeterminado respecto al tiempo que al espacio se muestra Muñoz Molina. En ningún momento de la obra se cita claramente una ciudad, pueblo o región. Pero hay algunas pistas que permiten, sobre todo a autores fieles a la obra de Muñoz Molina, reconocer espacios que han aparecido en obras anteriores y que nos llevan al mismo punto. La calle Mesones, la Iglesia de la Trinidad, el parque de la Cava, la parte antigua de la ciudad donde abundan los palacios renacentistas, el hecho de que sea una ciudad histórica son indicios que nos llevan a situar la obra en Úbeda, tierra natal de Antonio Muñoz Molina, donde ha situado anteriormente sus obras Beatus Ille y El Jinete polaco y donde volverá en El viento de la luna. Aunque más que Úbeda, sería más correcto decir que el autor sitúa sus obras en Mágina, nombre imaginario que, como antes hizo Clarín con Oviedo al nombrarla Vetusta, o Pardo Bazán llamando Marineda a Coruña, es la designación literaria que Muñoz Molina adopta para su ciudad natal.

Gran parte de la obra transcurre en espacios abiertos sin especificar. Tanto el inspector como el asesino tienen la costumbre de pasear de noche por las calles de la ciudad.

Por lo que respecta a los espacios interiores, sirven como referencia donde ubicar a los personajes. El Inspector se mueve en la comisaría o en los lugares de interrogatorio; compartirá con Susana Grey una habitación  en un motel a la que cuesta acceder, a la que llegan tras un esfuerzo y un camino empinado, símbolo de lo que les costará dejar atrás el pasado y empezar una nueva vida. La mayoría de los personajes se mueven, casi exclusivamente, en sus entornos de trabajo: Anatómico forense, iglesia, escuela... Las viviendas particulares que aparecen reflejan la personalidad de los seres que las ocupan: variedad y cultura en la casa de Susana; opresión, cerrazón y ordinariez en la casa del Asesino.

Plenilunio es, principalmente, una novela de pensamientos más que de acción, de discurrir mental más que de sucesos, de ahí la escasa importancia del tratamiento del espacio, de las escasas descripciones de estos y el reducido número de localizaciones que aparecen a lo largo de la obra.

5. EL PUNTO DE VISTA EN PLENILUNIO

En la novela de siglo XX, sobre todo a partir de la segunda década, las puertas de la narración se abren a la polifonía de voces narrativas. Es decir, en una misma obra coexisten varios tipos de narrador: testigo, protagonista, omnisciente; o de persona narrativa. Muñoz Molina, respecto a sus primeras obras, se declaró incapaz de dominar la polifonía en sus primeras obras y recurre a la tercera persona.

Tras sus tres primeras novelas en Plenilunio vuelve a utilizar la narración en tercera persona, si bien en esta obra recurre en determinados momentos a la confesión personal en primera persona, metida dentro de un diálogo. Ejemplos de esto lo tenemos, por ejemplo, en los recuerdos de Susana Grey sobre la relación con su marido, o en las confesiones del inspector sobre la búsqueda del asesino. Pero la tercera persona omnisciente  va a ser la predominante a lo largo de las páginas de Plenilunio.

Por lo que respecta a la participación del narrador en la acción, en Plenilunio Muñoz Molina construye un narrador extradiegético, es decir, que desde fuera ve los hechos y puede narrarlos (frente al narrador intradiegético que participa en la obra; un caso conocido que ejemplifica este tipo de narrador sería Lázaro de Tormes o Pascual Duarte, aunque, en estos dos casos, en primera persona). En Plenilunio el narrador está fuera de la acción, no es ningún personaje y no representa ningún papel en el desarrollo de los acontecimientos.

Este narrador es omnisciente ya que no se limita a narrar aquello que vería un simple narrador testigo ni conoce sólo la parte parcial que conoce un narrador protagonista, sino que también es capaz de adentrarse en los pensamientos de los personajes, sus ideas y recuerdos. Así es capaz de describirnos cosas como un principio de nausea, preocupaciones, paralelismos que establecen los personajes a partir de dos circunstancias semejantes, sensaciones, o secretos que un narrador que no fuese omnisciente no podría conocer. El narrador se acerca a cada uno de los personajes, de alguna manera se impregna de su voz, pero sin eliminar la distancia; permite que se tenga la impresión de estar en sus mentes, de escuchar sus terrores y encontrar sus pasiones, hasta las más oscuras, las que no se pueden intuir en el rostro. Gracias al narrador conocemos al inspector, podemos saber qué clase de hombre es, por qué se comporta como lo hace, cuáles son sus miedos, en quién confía. Detrás del hombre aparentemente frío que tiene que atrapar al asesino hay otro que es capaz de amar y de afrontar las consecuencias de sus actos. Los otros personajes van desfilando junto con sus vidas a través de la novela; los padres de la víctima que sufren su ausencia y se culpan por ella, la maestra que desea salir de esa ciudad en la que sólo ha encontrado penas, el médico forense que entiende mejor a los muertos que a los vivos y también, de repente, nos encontramos muy cerca de la mente del asesino, de su odio contra el mundo, de su impotencia y su ira incontenibles. Y junto a los otros personajes el narrador hace que paseen ante nosotros sus sentimientos, ideas y miedos.

Dentro de la omnisciencia Muñoz Molina se decanta por la omnisciencia neutral frente a la autorial. El narrador se centra cada vez en un personaje y lo sigue desde el interior pero sin hacer juicios de valor ni opinar. No juzga a sus personajes: se limita a transmitir en tercera persona aquello que hacen y sienten.

En algún momento la narración puede tomar la forma de confesión o de programa televisivo, pero lo que predomina en esta obra es el texto narrativo. Así pues, Muñoz Molina no se adentra en la tendencia del pastiche, ni en la polifonía ni recurre a otros materiales ajenos a la narración,  cosa que sí hacen otros autores contemporáneos (Eduardo Mendoza en La verdad sobre el caso Savolta, por ejemplo). En ese sentido es una obra poco arriesgada y novedosa.

Casi todo está  narrado en tercera persona, con escasos adjetivos y escaso diálogo, dando una extraña sensación  de objetividad.

Contrasta con este aparente estilo objetivo la crudeza de  la descripción  forense de la niña  asesinada, por ejemplo, cuando describe cómo el asesino introduce las bragas (calzones) de ella tan adentro en la boca que una punta sale por la nariz la posición  en que se encuentra el cuerpo de Fátima:  "la boca abierta era el crudo gesto de terror tan intolerable como las piernas muy separadas o la torsión  excesiva de la cabeza contra el hombro derecho" (32); el recuerdo que hace el padre Orduña  del padre Alonso, quien "rapta y viola a un niño, uno de los externos pobres de las catequesis [...] Le aplastó ³ la cabeza" (166). Es cierto que el trabajo forense es de gran importancia en la investigación  de un crimen, por lo que puede justificarse una escena semejante. Sin embargo, la justificación  de la escena no proviene de que sea indispensable dramáticamente, pues no lo es, sino del hecho de que contribuye a caracterizar la frialdad con que es tratado el tema, una frialdad que no impide el ejercicio profesional apasionado de quienes quieren dilucidar el crimen, como es el caso de Ferreras y del inspector.


La caracterización  se consigue en Plenilunio por la prosa fría  y por la narración  de hechos que no son tanto reflexiones que los personajes hagan sobre sí  mismos, sino sobre hechos que les ha tocado vivir o sobre lo que les toca hacer. Ya hemos mencionado el párrafo  que comienza: "hacia los vivos Ferreras no estaba muy seguro de sentir verdadera piedad ...". Ahora bien, el verdadero carácter  de Ferreras, la verdadera "prueba" de quien n es, la dan los párrafos que detallan su forma de trabajar, como queda de manifiesto después de que el asesino realiza su segundo ataque, en el que la ví­ctima, a diferencia de la anterior, no muere. La escena tiene lugar en un recinto hospitalario, donde ha sido llevada:

-No le toque todavía a el pelo -dijo Ferreras [al padre de ella]-. Ayúdele a abrir un poco más las piernas. así­. Tiene que dolerle mucho. Acercó  más la luz, se sentó  a los pies de la camilla, entre las rodillas abiertas y levantadas de la niña Recogió  muestras de sangre, de flujo, cepilló el vello tenue del pubis, encontrando varios pelos oscuros, rizados y fuertes, que guardó  en una bolsa de plástico: tenía una sensación  irracional y poderosa de reconocerlos, de identificar un rastro perdido meses atrás, no en una camilla de reconocimiento, sino en una mesa de autopsia [...] "De modo que eres tú  otra vez", pensaba, examinando con un extremo de delicadeza que ignoraba poseer en las manos el sexo desgarrado y manchado de la niña, las heridas, los arañazos, la carne rosa, infinitamente indefensa, vulnerable a cualquier crueldad.


 


[1] Día y noche iba por la ciudad buscando una mirada. Viví­a nada más que para esa tarea, aunque intentara hacer otras cosas o fingiera que las hací­a, sólo  miraba, espiaba los ojos de la gente, las caras de los desconocidos, de los camareros de los bares y los dependientes de las tiendas, las caras y las miradas de los detenidos en las fichas. El inspector buscaba la mirada de alguien que habí­a visto algo demasiado monstruoso para ser suavizado o desdibujado por el olvido, unos ojos en los que tenía que perdurar algún rasgo o alguna consecuencia del crimen, unas pupilas en las que pudiera descubrirse la culpa sin vacilación [...] Serí­a probablemente la mirada de un desconocido, pero el inspector estaba seguro de que la identificarí­a

[2] : Temía , confusamente, que lo llamaran del sanatorio. Temía,  también , y al mismo tiempo, que fuesen a comunicarle un atentado, la muerte de algún compañero de la comisaría  , pero al recobrar la conciencia también recordó  que ya no estaba destinado en Bilbao, que le habían concedido el traslado unos meses antes, después de una espera tan larga, cuando tal vez ya era tarde, como siempre, o casi

[3] Un dí­a el inspector vio su propia cara en el telediario, tomada de muy cerca, con su nombre y su cargo escritos en la parte baja de la pantalla, como si quedara alguna duda, y se irritó mucho y se alarmó más de lo que él mismo estaba dispuesto a reconocer [...] Se preguntó si alguna de esas imágenes las estarí­a viendo alguno de los que le enviaban anónimos cuando viví­a en el norte. (30

[4] Alguien ha asesinado a una niña y quizás ve la noticia del crimen en la televisión [...] Alguien decide [asesinar al inspector], anota, llama por teléfono [...] Alguien se hace una foto de carnet de identidad con gafas y bigote postizo [...] Alguien llega al atardecer a una ciudad donde no ha estado nunca, pero de la que ya posee un plano muy detallado y varias guías turísticas.



page | by Dr. Radut